Autodefensa global contra el asesino sistema patriarcal

Han pasado 5 años ya desde que se encontró muerta a la activista Trans de 22 años Hande Kader en Estambul. Ella fue asesinada después de haber sufrido una violencia espeluznante. Era conocida en la comunidad Queer por su resistencia a la violencia policial durante el día del Orgullo de 2015 en Estambul. Tres años más tarde, su amigo Didem Akay se suicidó. Ambas fueron arrebatadas de sus vidas debido al sistema patriarcal, anti-mujeres y tranfóbo. Para ambas, el asesinato de Hande Kader y las circunstancias que llevaron a Didem Akay al suicidio, las razones fueron políticas, y en ningún caso, casos aislados. Los asesinatos no solo se pueden atribuir a la mentalidad contra la mujer y contra la comunidad queer, sino también a las políticas gubernamentales que deliberadamente y permanentemente la refuerzan. Un gobierno que muestra su cara patriarcal y misantrópica cada vez de forma más abierta, no solamente en el país, sino también más allá de sus fronteras.

El 1.º de Julio, Turquía oficialmente se retiró del Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, más conocido como el convenio de Estambul. La retirada fue anunciada de la noche a la mañana unos meses antes, con el argumento, entre otros, que la convención servía para “normalizar la homosexualidad” i que podría, por consiguiente, poner en peligro los “valores familiares y sociales” de Turquía. Este movimiento prueba, una vez más, que el gobierno del AKP – MHP prosigue explícitamente políticas misóginas y transfóbas que no solo trivializan y toleran la violencia patriarcal, sino que de manera activa la refuerzan y avivan. En un país donde las mujeres son asesinadas, muertas, desaparecidas o sometidas a violencia física y sexual a diario, se puede dar por sentado que los criminales se enfrentarán a menos consecuencias en el futuro que antes. La convención de Estambul obliga a los Estados firmantes no solamente a desarrollar continuamente apoyo y asesoramiento a las víctimas, sino también combatir activamente y castigar todas las formas de violencia psicológica, física y sexual, el acoso, los matrimonios forzados, la Mutilación genital femenina (FGM) y el acoso sexual. Independientemente, a la práctica las cosas se ven de manera diferente en Turquía.

Se acusa a las mujeres, se protege a los hombres.

Solamente en la primera mitad de 2021, la plataforma “Kadın cinayetlerini durduracağız” (“pararemos los feminicidios”) registró más de 130 feminicidios en Turquía. A ello se le suma alrededor de 100 mujeres encontradas muertas bajo circunstancias sospechosas. En los últimos años, cientos de mujeres también han sido asesinadas por hombres en Turquía, año tras año. El número de casos que no han sido denunciados se estima que es probablemente mucho más alto. Como es habitual, los criminales son normalmente (ex)parejas, el marido o conocido de la mujer asesinada. A menudo simplemente se les suelta y absuelve. En los juicios, se acostumbra a oír preguntas como “¿qué estaba haciendo ella ahí? O ¿Qué ropa llevaba?”, preguntas preparadas para poner la culpa sobre la víctima. Mientras los familiares tienen que enterrar a sus hermanas, parejas, camaradas, hijas o madres, los asesinos y violadores campan libremente y no tienen que vivir con las consecuencias, como por ejemplo el sospechoso principal del asesinato de Aleyna Çakır, caso que genero protestas por todo el país el año pasado. Aleyna había estado previamente abusada de forma sistemática por su pareja del momento, Ümitcan Uygun, y, como se mostró en el video, golpeada hasta estando inconsciente. Uygun fue arrestado durante varios meses, sin embargo, no fue por el asesinato, sino por consumo de drogas. Ahora presuntamente ha asesinado a otra mujer, llamada Esra Hankulu, a principios de agosto de este año en su apartamento en Ankara.

Cómo el estado y el poder judicial patriarcal abandona a las víctimas también se mostró en el caso de Melek Ipek, madre y mujer casada, quien, ante la violencia sexual y física sistemática por parte de su marido, tuvo que recurrir al último recurso y le disparó en enero, en un acto de autodefensa para protegerse a ella y a sus hijos. Mientras asesinos como Uygun andan libres, Melek Ipek fue inmediatamente acusada de asesinato premeditado. Después de pasar por todo el conjunto de experiencias traumáticas sufridas, estuvo detenida durante meses antes de ser liberada. Esta acción perpetrada por los jueces, señala no tan solo a Melek, sino al mismo tiempo a todas las mujeres que una y otra vez no están protegidas en este país, que no se las toma en serio y encima son culpadas cuando, en realidad, son víctimas de la violencia.

Políticas feminicidas que cruzan fronteras.

Como se señala al principio, es importante a estas alturas no simplemente hablar de casos individuales o del “fracaso de las autoridades”, “fracaso del poder judicial” o algo así, sino de una política deliberadamente feminicida y patriarcal por parte del gobierno fascista del AKP-MHP, quienes no únicamente demuestran su misoginia en las políticas internas, sino también en sus políticas extendidas más allá de la frontera turca. Mientras continúan avivando y reforzando su violencia dentro de la (ya existente) sociedad sexista y patriarcal, Turquía está llevando a cabo una guerra fuera de sus fronteras para consolidar el poder de las fuerzas islamistas patriarcales. El ejemplo de Efrîn en el Oeste de Kurdistán / Norte de Siria en particular muestra cómo afecta drásticamente a la situación de las mujeres. Efrîn era uno de los 3 cantones autoadministrados de Rojava, un símbolo de la liberación de las mujeres y de la coexistencia pacífica entre pueblos antes que fuera atacada y ocupada por el ejército turco y sus mercenarios islamistas en 2018. El resultado no fue únicamente la destrucción sistemática, el saqueo y el desplazamiento de la mayoría de la población kurda (predominante en la zona), sino también, a largo plazo, una política dirigida al reasentamiento, la asimilación y la islamización que ha forzado particularmente a Alevis, Êzîdis y Cristianos a huir. La ocupación de Efrîn era parte del objetivo del estado turco de destruir la autoadministración bajo la vanguardia del movimiento de mujeres y así eliminar cualquier esperanza por una paz permanente en la región. El hecho que las mujeres en particular estaban y están siendo atacadas en el curso de la ocupación no es una coincidencia, es una estrategia intencionada para romper la resistencia de las mujeres quienes han liderado la revolución en Rojava y que la han hecho posible. Conforme a organizaciones de derechos humanos en Efrîn, el incremento drástico en feminicidios, violaciones, secuestros y matrimonios forzados de mujeres (menores) es evidente tras la ocupación turca en Efrîn. Incluso más allá de Efrîn, cientos de mujeres cayeron víctimas en las numerosas guerras de agresión perpetradas por Turquía. La campaña “100 razones” citó a un centenar de mujeres asesinadas a causa de las políticas feminicidas y anti-kurdas de Erdoğan – en el Norte de Kurdistán, en el Sur de Kurdistán, en Rojava, en Europa, en las calles, en las montañas, en sus casas. Taybet Inan, Hevrîn Xelef, Dilek Doğan y Deniz Poyraz. Sakine Cansız, Leyla Şaylemez y Fidan Doğan. Sevê Demir, Pakize Nayır y Fatma Uyar. Estos son tan solo algunos de los incontables nombres de mujeres quienes han caído víctimas a estas políticas patriarcales y anti-kurdas.

Tejiendo redes, organizando internacionalmente la autodefensa.

En este contexto, debe quedar claro que no se puede delegar a la acción de los estados el contrarrestar tal nivel de misoginia. Que los estados asuman algunas responsabilidades a partir de convenciones cómo la Convención de Estambul es importante, tanto como lo fue movilizarse y manifestarse contra la retirada de Turquía. A la vez, considerando la posibilidad de que otros estados, cómo Polonia, sigan los mismos pasos, la cuestión fundamental que deben enfocar los movimientos feministas y movimientos de mujeres tiene que dirigirse intensamente hacia cómo proceder después de las eventuales retiradas, y que mecanismos de autodefensa, con acercamientos no institucionales (fuera del control estatal) hace falta desarrollar.

Esto básicamente hace de la lucha contra los feminicidios y contra la violencia patriarcal una causa global que requiere de redes internacionales, alianzas, y autodefensa. Solamente conectando y radicalizando las luchas del feminismo global, las luchas anticapitalistas, antirracistas y ecologistas, podremos tener éxito en la organización de la ira colectiva, respondiendo a la violencia estatal y patriarcal, y trabajando conjuntamente para desarrollar modelos políticos y sociales que permitan a las mujeres, y a todo el mundo, vivir sus vidas libres de la violencia, del poder y de la guerra.