Ecuador: entre la consolidación de un estado policial-militar y la resistencia desde los de abajo.

No se puede seguir sobreviviendo en este proyecto de muerte que despoja nuestros territorios y nuestras vidas. No se trata de cambiar a un gobierno progresista porque aquí como en otros territorios eso ya ha pasado, y, son esos mismos gobiernos quienes también han seguido usando las fuerzas policiales y militares para mantener el poder. El problema es el estado-nación que opera desde un sistema patriarcal, capitalista y colonial y usa a las instituciones de las fuerzas represivas como la policía y fuerzas armadas para existir. Por eso, creemos en que la solución no es tomar el poder del Estado -no queremos ser parte de él-, creemos en la construcción de otras formas de vida desde un proyecto antipatriarcal.

Esta geografía llamada Ecuador por los colonizadores (debido a la línea equinoccial que nos atraviesa) forma parte de Abya Yala, se encuentra rodeada hacia el norte por Colombia y hacia el sur por Perú. Históricamente ha sido un territorio de resistencia debido a la colonización europea que se vivió hace más de 500 años, pero también a la opresión y dominación de las élites que existen aún con la llegada de la República en la independencia de 1830. En ese momento histórico no se habló de la independencia de los sectores más olvidados y excluidos, a “los nadie” los siguieron despojando y explotando bajo el nombre de Estado independiente, pero que seguía siendo el mismo órgano represor dirigido por los mismos poderes.

Esta independencia fue de la monarquía española, pero no del nuevo sistema que se estaba construyendo, donde los Estados-nación independientes fueron la nueva forma de dominación “legal”, “legítima”, “racional” y “moderna” que permitieron la división social y sexual del trabajo, ubicando a unos estados como potencias económicas y a otros como simples productores y exportadores de materia prima y mano de obra barata. En estos últimos está el Ecuador, si bien este país seguía dependiendo de las grandes potencias económicas, también internamente se iban fortaleciendo élites antiguas; familias enteras que poseían las tierras, los recursos y dominaban políticamente el país en nombre del Estado-nación moderno, pero conservando las formas de dominación de la hacienda. Así se van configurando estos 200 años de “independencia”.

Justamente es ahí donde queremos hacer énfasis, en lo que hoy conocemos como estado-nación ecuatoriano y que ahora se está consolidando con más fuerza en un Estado policial–militar. Para esto, podemos desarrollar tres puntos claves: la inteligencia policial en las cárceles, la represión desde las fuerzas del orden y la impunidad que tienen estas instituciones ante los crímenes de Estado.

Desde febrero del 2021 hasta lo que vamos del 2022 -durante el gobierno del banquero Guillermo Lasso- en el país se han dado ocho masacres carcelarias, en las cuales alrededor de 400 personas han sido asesinadas (1). Hasta la fecha no existe ningún responsable directo por estos asesinatos. Son casi 400 familias que han sido rotas por la violencia patriarcal y la mafiosidad de un narcoestado que no solo está dentro de las cárceles, sino también en las calles y barrios más empobrecidos. 400 familias que tuvieron que enterarse por mensajes de WhatsApp y en transmisiones en vivo que sus padres, hijos, hermanos, primos, etc., estaban siendo asesinados y a las que nadie les da respuesta de lo que ocurrió.

Según Jorge Núñez, antropólogo ecuatoriano que ha investigado por 20 años el sistema carcelario y la inteligencia policial, desde el 2015 la policía empezó a usar las cárceles como un lugar para recolectar información (fuentes humanas) sobre el comercio de la droga (2). Esta información la obtienen a cambio de “privilegios” en la prisión y así empiezan a dividir los pabellones por informantes, dando paso a la creación de bandas. Lo que nos dice Jorge es que las masacres carcelarias tienen que ver principalmente por este canje que existe entre la policía e informantes. Se sabe bien que cuando hay informantes, entre las bandas se toman venganzas y esto es consecuencia del negocio que la policía ha creado en las prisiones.

Las condiciones precarias en que se encuentran las personas ahí son inhumanas y por eso, este canje por información viene a ser una opción para sobrevivir. La mayoría de las personas en prisión son jóvenes pobres y racializados a quienes la sociedad y el Estado han abandonado. Jóvenes que solo han recibido violencia patriarcal como ejemplo y por eso la siguen reproduciendo porque en la prisión -en un contexto de masacres- o matas o eres asesinado.

La respuesta del gobierno ante esta crisis carcelaria solo ha sido el incremento de cuerpos policiales en las cárceles, calles y barrios. ¿Esto ha solucionado algo? ¡No! Al contrario, las muertes violentas han incrementado sobre todo en los barrios más empobrecidos, las requisas y controles están dirigidas “al otro” que no cumple con las normas establecidas por el sistema.

Al gobierno le sirve que existan estas masacres y asesinatos violentos, pues con esto, se deshacen del despojo, por eso no han hecho nada para que esas masacres no sigan pasando. Por otro lado, el gobierno también ha aprovechado este escenario para fortalecer lazos internacionales, principalmente con Europa y Medio Oriente. En el ámbito de seguridad se sabe que el gobierno de Lasso ha adquirido vehículos blindados y armas desde Israel para “fortalecer” la institución. Mientras que, con Turquía, en abril de este año, llegó a Ecuador su ministro de Relaciones Exteriores, Mevlüt Çavuşoğlu, con el objetivo de colaborar en proyectos contra el terrorismo, crimen organizado y narcotráfico, además, se pretende que Turquía apoye la membresía de Ecuador en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Los Tratados de Libre Comercio (TLC’s) son otro punto que no se puede ignorar en estas alianzas internacionales, Lasso se ha propuesto concluir con 12 tratados en los siguientes 3 años de gobierno, esto con el fin de generar mayor inversión internacional en el país, ya que para él la inversión puede resolver problemas económicos, de oportunidades, de desarrollo y hasta de migración. Fortaleció la adhesión al Acuerdo Comercial Multipartes con la Unión Europea y con el Acuerdo Comercial de Asociación Económica Inclusiva entre Ecuador y la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA).

Estos tratados solo favorecen a las élites exportadoras, ya que nunca son pensados para el “pequeño productor” o campesinos, que cada vez tienen menos acceso a una semilla originaria o, a un comercio libre y justo. También generan miles de hectáreas de monocultivos, es decir, los TLC’s tienen un alto costo de daño ambiental. Incluso podemos notar como intentan dominarnos desde la alimentación y nuestros cuerpos generando cambios en los hábitos de consumo, esto porque llegan muchos productos procesados, elaborados con nuestras materias primas, a menor costo, pero ya no sabemos exactamente qué estamos comiendo, cómo fue elaborado y qué daños pueden provocar en nuestras vidas. Los impactos negativos de los TLC’s también se pueden apreciar desde el crecimiento de desigualdades hasta el favorecimiento de las privatizaciones de los servicios y las necesidades básicas de la vida. Esto solo es pequeño reflejo de las alianzas que existen entre los estados-nación, alianzas que no están pensadas en resolver las necesidades y problemas sociales, sino en hacer una fuerza de Estados para asegurar su perpetuación en el poder por medio de represión y poniendo la vida de los pueblos por debajo de acuerdos económicos y políticos.

Bajo la propaganda de “mejorar la seguridad”, Guillermo Lasso pretende implantar un proyecto de seguridad similar al “Plan Colombia” que fue aplicado por el uribismo (3) -por diez años- en colaboración con Estados Unidos, provocando la mayor cantidad de asesinatos, desplazamiento y despojo en los territorios. Fue ahí donde se instauró el paramilitarismo y dejó 6.042 muertos por falsos positivos en Colombia. Este mismo patrón ahora se repite en Ecuador: la utilización del discurso de seguridad y miedo para aplicar una política de estado de exterminio y despojo.

El segundo punto -y que también se conecta con esta última idea de la utilización del discurso de seguridad y miedo- se refleja en el rol que tuvieron y tienen las fuerzas del orden (policía y Fuerzas Armadas) no solo en los paros nacionales y movilizaciones, sino también cuando se trata de atacar a las defensas por los territorios; defensas por la vida digna.

La solución del estado-nación ecuatoriano ante los problemas sociales, la inseguridad y la violencia, además de aumentar cuerpos policiales, ha sido aumentar el presupuesto y armamento a estas instituciones represivas. A raíz del Paro de Octubre del 2019, el entonces presidente -Lenin Moreno- destinó 50$ millones más al presupuesto para la Policía Nacional (4), con el objetivo de dotar de más equipos especializados para combatir la “inseguridad”; también presentó la idea de la creación de una universidad específicamente para la policía. Todo esto bajo el lema de que se “necesita una policía fuerte e implacable que combata la inseguridad y el terrorismo” sin embargo, parece que todo este nuevo equipo adquirido solo lo utilizan cuando se trata de protestas o manifestaciones que -como se mencionó antes- buscan defender la vida digna. Durante el último paro de junio del 2022, pudimos no solo ver, sino sentir a todo ese nuevo equipo; cientos de motos, tanquetas, drones, bombas lacrimógenas y perdigones, patrullas y armamento nuevo en grandes cantidades con las cuales masacraron al pueblo.

La policía no combate a la mafiosidad -que evidentemente existe en el país- no lo hace porque es parte de ella, al igual que las élites y las autoridades. Son ellos, “los de arriba”, quienes se encargan de señalar enemigos y también de crearlos, para así dar legitimidad a su proyecto de muerte. Gran parte del movimiento social le ha hecho juego a esta creación del enemigo interno, permitiendo que los barrios más populares se militaricen porque creyeron el cuento de que “ahí están los delincuentes” sin entender que, en esos barrios, los niños y jóvenes no tienen opciones ante un Estado ausente y el crimen organizado que cada vez se apropia más de esos territorios.

El tercer punto que conecta con las ideas anteriores es la impunidad que tienen las fuerzas del orden. En esta penúltima semana de octubre todo el país presenció y reafirmó que la policía es una institución de impunidad, que desaparece, tortura y asesina, esto, ante el feminicidio de María Belén Bernal, que se convirtió en crimen de estado. María Belén fue desaparecida y asesinada en la Escuela Superior de Policía. Es ahí donde más personas entendieron que las fuerzas del orden son instituciones que fueron creadas para proteger a quienes tienen el poder. Para tal fin, estos son capaces de manipular pruebas, ubicar cuerpos, desaparecerlos… como lo han hecho en otros gobiernos y como lo hicieron durante los paros del 2019 y 2022 que dejaron alrededor de 18 personas asesinadas y cientos de heridas, crímenes por los cuales, hasta ahora, no existe ningún tipo de esclarecimiento ni reparación.

Con el caso de María Belén se evidenció, una vez más, que la justicia pensada en un estado-nación patriarcal no puede existir, pues se trata de todo un aparato cómplice para que esto haya pasado. Ella fue asesinada dentro de la institución que supuestamente forma a quienes “darán seguridad al país”, pero la realidad es otra. En esa institución deforman a las personas y las convierten en herramientas de represión contra el pueblo, contra las mujeres y lo femenino.

En Ecuador una mujer es asesinada cada 28 horas, hasta el 3 de septiembre 206 mujeres han sido asesinadas (según las cifras que conoce ALDEA (5), de ellas 115 fueron feminicidios por violencia criminal, es decir, crimen organizado que se ve reflejado en la violencia contra los cuerpos femeninos. Son asesinatos que se convierten en cifras porque la burocracia e injusticia patriarcal no permiten que haya verdad y mucho menos reparación.

Ante este panorama hay una sola realidad: no se puede seguir sobreviviendo en este proyecto de muerte que despoja nuestros territorios y nuestras vidas. No se trata de cambiar a un gobierno progresista porque aquí como en otros territorios eso ya ha pasado, y, son esos mismos gobiernos quienes también han seguido usando las fuerzas policiales y militares para mantener el poder. El problema es el estado-nación que opera desde un sistema patriarcal, capitalista y colonial y usa a las instituciones de las fuerzas represivas como la policía y fuerzas armadas para existir. Por eso, creemos en que la solución no es tomar el poder del Estado -no queremos ser parte de él-, creemos en la construcción de otras formas de vida desde un proyecto antipatriarcal, donde las mujeres y cuerpos femeninos vivamos sin miedo; donde los jóvenes no se vean en la decisión de ser asesinados por la policía o ser parte del crimen organizado, sino que vivan en libertad y puedan organizarse de manera autónoma; donde los territorios no sean despojados ni saqueados. Pero, no solo creemos, sino que estamos trabajando para que la revolución por la vida se convierta en esa posibilidad.