Ponencia de la organización Endavant de los Países Catalanes en el panel: Perspectivas de autodeterminación (nacional) y autonomía en el siglo XXI
Los Països Catalans están situados geográficamente al sur del continente europeo y al oeste del mar Mediterráneo. Administrados principalmente por el Estado español y parcialmente por el Estado francés se dividen en diferentes territorios históricos; Cataluña, Cataluña Norte, País Valenciano e Islas Baleares y Pitiusas. Existen diferencias sustanciales en estos territorios debido a sus antecedentes históricos y a su contexto social actual, por lo que en nuestro caso hablamos de los Països Catalans como un país de países y de nuestro proyecto de construcción nacional como uno que tiene que construir país a la vez que construye países.
Breve descripción del contexto histórico
Sus raíces históricas son un elemento que explica la situación política a la que nos enfrentamos y la configuración social y cultural de los Països Catalans, pero la historia no es el elemento central que explica un proyecto de liberación nacional como el nuestro. Es la necesidad persistente de las clases populares de esa liberación la que sí da legitimidad a nuestro movimiento. Como la mayoría de los conflictos nacionales es un fenómeno de la modernidad, de nuestra contemporaneidad, históricamente situado en los últimos trescientos años con la aparición moderna de las identidades nacionales contemporáneas. Este es un proceso permanente característico del estado liberal como forma de dominación del sistema capitalista. Las nuevas relaciones de explotación produjeron la necesidad de domesticación de determinadas identidades nacionales para la extracción de rentas, el monopolio de la violencia y la apropiación de una identidad nacional como forma de legitimación. En el caso español, la identidad castellana fue la que se impuso al resto de conciencias grupales en la península. Este proceso ha estado lejos de ser perfecto, y ciertas identidades grupales no fueron del todo digeridas y domesticadas por el estado liberal. Como catalanes, somos un grupo nacional superviviente a esta lógica, que nos constituye como una forma de oposición a la lógica de instalación del estado liberal capitalista. Somos un elemento de resistencia a la asimilación, una conciencia persistente ligada a las formas de organización del interés común de las clases populares. El mantenimiento de esta conciencia está directamente relacionado con las prácticas de las clases populares.
Como hemos dicho anteriormente, situamos el inicio del conflicto nacional en los Països Catalans en paralelo a la construcción del estado-nación español y francés con el desarrollo del capitalismo en Europa. Este concepto moderno de estado-nación necesitaba alcanzar las siguientes condiciones:
a) La correspondencia entre sociedad y nación, es decir, la sociedad como conjunto nacionalmente homogéneo de ciudadanos individuales.
b) La correspondencia entre nación y estado, es decir, el estado como forma política de la nación, como expresión institucional de la soberanía nacional sobre un territorio definido, lo que implica la idea de que una nación necesita un estado para ser considerada como tal. El proyecto del Estado-nación español responde a la voluntad de construir un Estado centralista en uno de los territorios más diversos de Europa. Es un intento de construcción nacional que en parte es un fracaso porque no logra el objetivo de que toda la población se identifique como ciudadana española.
Este estado-nación español se perfila en el siglo XVIII como un estado muy centralista que concentra todo el poder social de las periferias al centro y de las clases bajas a las dominantes. Está pensado precisamente para proteger y mantener el poder de las clases dominantes de la época, y basaba su dominio ideológico y político en una idea de España atemporal, esencialista, católica y mimetizada con lo «castellano». Se opuso entonces al interés social y a las demandas de las clases subalternas, de las colonias y se opuso a la realidad social y cultural de las naciones periféricas, y a una identidad y estructura que dejaba fuera a gran parte de la diversidad de la tierra que estaba bajo su dominio. Este proceso tuvo mucho más éxito en el Estado francés. Esta configuración estatal fue fuertemente cuestionada por fuerzas que querían impulsar una idea alternativa de estado, como los republicanos federales, que imaginaban una España democrática y republicana sin opresiones nacionales. La incapacidad de estos objetivos republicanos federalistas y la victoria de la Restauración borbónica, allanaron el camino para la aparición de un catalanismo popular que se mezclaría con el creciente movimiento obrero en base de las nuevas relaciones sociales capitalistas. A partir de entonces, el conflicto nacional se convertiría en uno de los nudos estructurales de la conflictividad social y política del Reino de España hasta nuestros días.
Si tuviéramos que dividir la historia de la conflictividad en el caso de los Països Catalans, lo haríamos en cuatro periodos:
I) El imaginario de la guerra de sucesión y los intentos federalistas:
Originalmente coexistían diferentes reinos en el actual territorio de España, siendo los dos principales el Reino castellano y la Corona catalanoaragonesa. Acercándonos a la época moderna, estas dos coronas ya tenían acuerdos que las unían pero con una gran autonomía que llevaba a estructuras sociales diferentes. La Corona castellana se fue haciendo cada vez más centralista, lo que llevó a la guerra de sucesión que tuvo a los catalanes dando apoyo a la dinastía de los Austria para mantener su autonomía frente al dominio de los borbones, que querían borrar las particularidades catalanas como las instituciones proto-democráticas y las tierras comunales. Con la derrota de las fuerzas pro-austriacas en 1714 y la imposición del decreto de «Nova Planta», se dieron los primeros pasos hacia un estado-nación español. Fue en esta época cuando se produjeron diferentes revueltas populares para defender estas particularidades catalanas como las «Germanías», la «Revolta dels Segadors» que da nombre y contenido al himno nacional catalán o la «Revolta dels Maulets», así como la resistencia frente a los borbones en la Guerra de Sucesión. El decreto de «Nova Planta» estableció la división del territorio en provincias sin ninguna relación entre ellas y el esfuerzo por borrar la cultura y la lengua catalanas. Esto llevó tanto al crecimiento de este federalismo republicano y catalanismo popular ligado a los movimientos obreros como al crecimiento de un catalanismo burgués que intentaba construir una identidad frente a la élite centralista española, sin negar rotundamente la soberanía del rey y la identidad española de los Països Catalans.
II) Guerra Civil y franquismo:
Con la Segunda República, el catalanismo político recupera la Generalitat de Catalunya, que es una institución democrática liberal que rige la autonomía de Cataluña. Esto es posible debido al fuerte crecimiento a finales del siglo XIX y principios del XX de diferentes movimientos que reclamaban una mayor autonomía y un estatus nacional específico, desde federalista hasta independentista, que formaban parte del fuerte movimiento obrero y de izquierda revolucionaria de la época. Las diferencias políticas entre los Països Catalans y otras partes del Estado español se hicieron evidentes durante la Guerra Civil, en la que esta tierra fue foco de resistencia antifascista y republicana y donde la revolución social generada tras derrotar el golpe militar fue más fuerte. Esto nos da una pista de por qué la represión que vino con el nuevo régimen fascista tuvo en esta nación, los movimientos revolucionarios que sostuvo y su cultura e idioma como uno de los focos principales. Ser uno de los principales enemigos del régimen significó, junto con otros focos de resistencia, una gran cantidad de asesinatos, exilio y encarcelamiento.
III) La transición «democrática» a la nueva configuración de regiones autonómicas:
El final de los años 70 y principios de los 80 se conoce como la transición del franquismo a la nueva democracia liberal monárquica. La forma en el que se produjo esta transición explica en gran medida la persistencia del conflicto nacional en la actualidad. Una transición sin ruptura alguna al régimen anterior, con el dictador muriendo en la cama y siendo el que nombra al rey como el nuevo garante del Estado y las demás condiciones bajo las cuales este nuevo sistema debería funcionar. Con una idea de identidad española y símbolos muy ligados a los del régimen, sin reparación y memoria por las atrocidades cometidas y sus víctimas, y con figuras importantes del régimen formando parte ahora de las instituciones democráticas. Fue una transición hecha bajo la amenaza de un nuevo golpe militar que llevó a la mayoría de las fuerzas democráticas y de izquierda a someterse a las imposiciones y adaptarse a un nuevo sistema democrático que lo tenía todo, como dijo la dictadura, «bien atado». Los Països Catalans se mantenían divididos en tres comunidades autónomas con una constitución que prohibía la federación entre ellas y competencias muy limitadas.
Manifestación con banderas independentistas y la bandera del PSAN Partido Socialista de Liberación Nacional fundado en 1969. En el fondo «Por la libertad y contra el fascismo». Imagen de 1980.
IV) El auge del proceso independentista en Cataluña:
En el boom de la crisis económica de 2008, que tuvo un gran efecto en el sur de Europa, los catalanes respondieron con dos iniciativas populares que son muy intrincadas; el movimiento 15M y los movimientos sociales que surgen de él (especialmente la vivienda, los servicios públicos y el movimiento feminista global) y el movimiento independentista. Estas dos respuestas no se pueden dejar de lado, ya que formaban parte de la frustración de las imposibilidades de transformar el Régimen del 78 (que es la caracterización que hemos hecho del sistema actual en España). Los grandes casos de corrupción, el Estado salvaguardando a los bancos antes que el pueblo, las privatizaciones, los recortes en derechos y gasto social y, en el caso catalán, los recortes al nuevo Estatuto de Autonomía dieron el caldo de cultivo adecuado para que surgiera un movimiento de este tipo. La Esquerra independentista, y sus múltiples organizaciones, fueron uno de los espacios de resistencia a la idea y consenso de una transición democrática, por lo tanto, fue uno de los elementos que llevaron al movimiento a mantenerse al margen de la asimilación del nuevo orden. Su idea de que la revolución nacional y social eran causas inseparables en el caso catalán tuvo su movimiento en este caldo de cultivo. Eso trajo a un gran impulso de un movimiento que estaba en los márgenes, con la idea de una nación liberada sin mayoría en absoluto y pocas luchas sociales a lo largo de los años 90 y principios de los 2000, a ser de repente capaz de dar grandes pasos con la fuerza que había acumulado a lo largo de esos años.
Como nunca antes había ocurrido, sectores de la pequeña y mediana burguesía catalanista se involucran en las reivindicaciones de autodeterminación; en parte por convicción, en parte como una forma de controlar el movimiento. Las tensiones entre este sector que esperaba y exigía una vía legal y no insurreccional para él y una independencia que no fuera inseparable de mejores condiciones para las clases trabajadoras y un movimiento de base popular que tuviera la capacidad de desbordarlas en varios momentos fueron una constante de este proceso. Estas tensiones tendieron más que nunca al empuje popular y desobediente en la celebración de un referéndum unilateral el 1 de octubre de 2017. A partir de ahí, las represiones estatales, la falta de organizaciones e instituciones populares más fuertes y la voluntad de la élite catalana de anular a los elementos más radicales dieron lugar a un momento progresivo de cierre por parte de las cúpulas que ya se ha consumido definitivamente.
Nuestra idea sobre la nación catalana y la liberación nacional
Con el avance arrollador de la globalización parecía que la importancia de las naciones y de las identidades nacionales iba a perder necesariamente peso y sentido, con la falta de soberanía de las naciones, para dar paso a un cierto cosmopolitismo de «ciudadanos del mundo». La realidad nos demuestra que en todo el mundo todavía hay conflictos vibrantes en torno a los derechos nacionales y la liberación, siendo los Països Catalans uno de ellos. La cuestión nacional no ha perdido centralidad en la vida de los pueblos.
La liberación nacional es un elemento clave de la estrategia y los objetivos de nuestro movimiento revolucionario, tal como lo entendemos como un elemento central de la lucha de clases en nuestro territorio. Somos independentistas como una forma consecuente de ser socialistas y comunistas. Las naciones tienen un componente simbólico, son construcciones ideológicas, pero también un componente muy material en la medida en que determinan fuerzas, instituciones, estructuras jurídicas y políticas que son muy concretas y juegan un papel importante en la organización de las relaciones sociales.
La nación tiene elementos constitutivos como la historia, la cultura y el idioma que forman parte de la historia de resistencia de la nación. El libre desarrollo de estas comunidades y de la forma en que merecen vivir (lengua, cultura, memoria) que es negada por la nación opresora tiene que ser una meta para todos los revolucionarios. Precisamente estos elementos son los que nos ayudan a construir un proyecto común de ruptura basado en las actitudes colectivas de las masas populares. Entendemos este proceso de construcción nacional como la construcción de una alternativa antagónica al proyecto de Estado-nación español y francés, que son las formas en que el capitalismo se despliega en nuestro territorio. Es por su antagonismo que cuestiones como la destrucción o el folclore de la lengua catalana forman parte del programa de la España reaccionaria para pacificar las provincias tradicionalmente ingobernables que aún hoy muestran actitudes muy diferentes en cuestiones importantes, como la institucionalidad del Estado español, siendo la república la opción preferida en los Países Catalanes, una opinión no coincidente con el resto de España. O como era la oposición mayoritaria a la pertenencia a la OTAN en Cataluña.
No concebimos la nación como un concepto estático, no desde una visión romántica, sino como un proceso social e histórico, relacionado con las condiciones materiales y producto de las dinámicas de lucha de clases y dominación política. Las identidades nacionales son una expresión de identificación colectiva que produce una sociedad en un momento determinado. No siempre existen, y su existencia no será eterna. Queremos enmarcarlo en términos concretos porque no compartimos visiones esencialistas que entienden las identidades nacionales como un fenómeno natural. Eso, mostrarlo como un fenómeno natural, es lo que intenta hacer la ideología española. Explicarse de forma naturalizada para ocultar su carácter de imposición.
Manifestación de la Organización juvenil de la Esquerra Independentista, Arran Jovent.
Ser catalán es una identidad diversa que no tiene principio ni fin, no está escrita ni codificada porque es catalana la que quiere serlo. Es un elemento subjetivo que tiene expresiones heterogéneas en todo el país. Los Países Catalanes tienen que ser una identificación voluntaria no excluyente en un proyecto político que se base en una cultura nacional de resistencia y en una comunidad nacional en lucha.
Frente a la incuestionable unidad de España como fuerza para mantener los instrumentos de dominación, explotación y acumulación de capital, los Países Catalanes tienen que ser sinónimos de un proyecto revolucionario que tiene como objetivo articular un sujeto colectivo en busca de la transformación política y social. Este proyecto no se opone en absoluto a un punto de vista internacionalista, como tiene que ser la contribución de un movimiento socialista internacional y la construcción de la solidaridad entre todos los pueblos oprimidos, incluida la clase obrera española y sus luchas.
Estrategias y conceptos actuales, así como desafíos en la práctica
Lo cierto es que estamos en un momento de estancamiento en el conflicto nacional, aunque como siempre sigue latente. Como mencionamos anteriormente, ha habido un cierre del conflicto desde arriba. Con posterioridad a los momentos de desbordamiento popular, se rompió la unidad táctica entre las diferentes fuerzas independentistas y se abrieron varios caminos. Al mismo tiempo, el gobierno español liderado por el Partido Socialista y Pedro Sánchez dio un giro estratégico en el enfoque del conflicto catalán. La voluntad de ciertos elementos de la dirección independentista de recuperar la estabilidad y el control de la situación y la intención del PSOE de acabar con el independentismo con herramientas de negociación y acuerdos, dando una lenta resolución a la situación represiva de la dirección institucional independentista y otras pequeñas concesiones, llevaron a los dos principales partidos independentistas a apoyar a este nuevo «gobierno progresista» en España. El crecimiento de las tendencias de extrema derecha que se alimentó fuertemente de la narrativa española hacia el proceso independentista del trato a una España rota que contó con la participación de la izquierda liberal española del PSOE, también presionó para unirse al frente democrático para frenar el fascismo. Hemos caracterizado este proceso como la «Operación Reforma» que describe esto hasta el cierre de arriba a abajo y la revolución pasiva.
La movilización popular se ha desinflado entre el cansancio y la falta de resultados, pero principalmente por la falta de un horizonte estratégico que dé sentido a la lucha. Tras el 1 de octubre, la anulada declaración de independencia y la respuesta al encarcelamiento de los líderes catalanes en 2019 no ha habido un camino claro para avanzar y en cuanto a nosotros, la izquierda independentista, no hemos sido capaces de generar una narrativa y una propuesta alternativa. Nos hemos quedado atrapados entre una reivindicación mágica de la implementación de la independencia que ha traído tonos de perspectivas antipolíticas y el pragmatismo de los principales partidos independentistas que han abandonado los caminos del conflicto nacional hacia la autodeterminación.
Desde el punto de vista político, podemos analizar carencias específicas del proceso previo que explican la situación actual. Uno de ellos es el papel principal de la pequeña burguesía en la dirección del proceso, que ha sido constantemente discutido. Eso ha tenido como consecuencias la voluntad de un proceso que se hizo con orden, bajo la ley y sin desobediencia, a pesar de que se han visto obligados a hacer lo contrario en algunos momentos. Eso explica el desenlace político de la resignación a la autodeterminación, ya que el Estado español no está dispuesto a dársela gratis. La otra ha sido la alienación de sectores de la clase trabajadora que tienen fuertes vínculos con la identidad española, para lo cual la narrativa de estos sectores hizo del conflicto un tema de disputa identitaria nacional esencialista. Esto también ha sido alimentado por sectores de la izquierda española que han caracterizado este proceso como una estrategia de sectores de la burguesía catalana para garantizar su dominio, situación que no describe la complejidad de la materia. Cambiar esta correlación de fuerzas de clase es una necesidad para cualquier nuevo embate que tenga que tener una dirección popular, ya que son las clases populares las que tienen todo que ganar y nada que perder en este proceso. Relacionado con eso, la otra necesidad es una mejor preparación para la represión y la imposición, con instituciones y organización popular en el centro.
Es importante tener en cuenta el carácter democrático de la reivindicación de la autodeterminación y el importante papel que ha tenido la negación del Estado español a expresar la voluntad popular para aglutinar a sectores de las clases populares que podrían no identificarse tanto cultural y lingüísticamente con el catalanismo, y ese es un enfoque que no debemos abandonar.
Por último, este ha sido un proceso centrado en Cataluña que ha tenido diferentes expresiones en el resto de territorios que conforman los Países Catalanes, con la aparición y posterior derrota de gobiernos más progresistas que reclaman más autonomía. Necesitamos impulsar y construir este proceso en todo el país como una forma de fortalecernos a nosotros mismos y al proyecto político, que también es desobediente a las fronteras impuestas por el Estado español y francés.
Estamos en un momento de duda sobre cómo proceder, pero mantenemos ideas y objetivos fuertes y claros como la necesidad de una República Socialista y Feminista de los Países Catalanes, el camino de la autodeterminación y la revolución social para lograrlo y la importancia de la Izquierda Independentista como motor de este movimiento.