«En abril de 1995, unos meses antes del inicio de la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, la primera dama de los Estados Unidos, Hillary Clinton, visitó Bangladesh. Hillary visitó a las mujeres de la aldea de Maishahati y les hizo algunas preguntas. Todas las mujeres respondieron con orgullo: Sí, tenían sus propios ingresos y también «patrimonio» en forma de vacas, gallinas, aves de corral, etc. Sus hijos iban a la escuela. Pero Hillary no estaba preparada para la siguiente ronda, cuando las mujeres le hicieron de repente las mismas preguntas. El intercambio de preguntas y respuestas entre las mujeres del pueblo y Hillary fue el siguiente: – Apa (hermana), ¿tienes vacas? – No, no tengo. – ¿Tienes tus propios ingresos? – Sí, solía tenerlos. Pero desde que mi marido se convirtió en presidente y tuve que mudarme a la Casa Blanca, dejé de ganar dinero. – ¿Cuántos hijos tienes? – Una hija. – ¿Te gustaría tener más hijos? – Sí, me gustaría tener uno o dos hijos más, pero estamos muy contentos con nuestra hija. Entonces las mujeres del pueblo dijeron: “¡Pobre Hillary!». Hillary no tiene vacas, ni ingresos propios, y solo tiene una hija. Hillary no era una mujer «empoderada» a los ojos de las mujeres del pueblo de Bangladesh. De hecho, sentían lástima por ella.”1
Este ejemplo de Maria Mies muestra muy claramente lo diferentes que son nuestras perspectivas. Porque cuando miramos el mundo actual, lo vemos desde una determinada perspectiva, con una determinada visión del mundo, ya sea de forma consciente o inconsciente. Si observamos el mundo actual, podemos decir que cada vez estamos experimentando menos cultura, que nos encontramos en una crisis cultural. Nos enfrentamos a un genocidio cultural, porque la cultura que aún conocemos hoy en día está sometida a una gran presión para ser asimilada por el sistema capitalista, vendida o destruida. Podemos hablar de una situación de crisis y caos, de una guerra contra la humanidad y la naturaleza, contra las mujeres, contra la juventud, contra la sociedad. La sociedad se enfrenta al sociocidio, es decir, a la destrucción de la sociedad y de la cultura que le pertenece. La cultura lo abarca todo, desde el ejemplo de la cultura rural y natural de las mujeres del pueblo de Maishahati hasta la cultura del teatro y el arte. Es el elemento unificador de una sociedad. Pero, ¿cómo se puede concebir la cultura, cómo podemos volver a llenarla de significado y cómo podemos utilizarla en una lucha revolucionaria? Abdullah Öcalan escribe sobre la resistencia de la cultura en sus escritos de defensa, especialmente en Sociología de la libertad, y formula cómo la cultura y la tradición, a pesar de estar al borde de la extinción, pueden interpretarse en realidad como la venganza contra el Estado-nación. Entonces, ¿qué significa la cultura?
En general, podemos definir la cultura como la expresión de la conciencia que una sociedad tiene de sí misma. La cultura es el mundo de significados, mentalidad, arte y ciencia de una sociedad. Con la cultura, una sociedad está viva, con su propio lenguaje tiene su propia identidad y una justificación para la vida. La cultura es el núcleo de una sociedad en evolución y viva, es más amplia que una simple mentalidad y un idioma; también incluye la acumulación material de una sociedad, como herramientas y medios para satisfacer necesidades, producción de alimentos, medios de transporte, defensa, religión y belleza.
A través de la destrucción y asimilación de costumbres, tradiciones e idiomas, la sociedad olvida quién es y sus valores e identidad cultural se pierden gradualmente. Partiendo de la colonización del Kurdistán y el genocidio cultural que ha sufrido y sigue sufriendo el pueblo kurdo, Abdullah Öcalan destaca cómo se produjo este violento proceso de aniquilación y sentó las bases para el surgimiento de los Estados-nación. Si miramos la historia de los lugares de donde venimos o la historia de nuestras familias, podemos encontrar múltiples ejemplos de cómo ocurrió este proceso. En solo dos o tres generaciones, las tradiciones y costumbres, así como muchos dialectos e idiomas, se han desvanecido o desaparecido. Y particularmente, si nos centramos en Europa, vemos ante nosotros un cementerio de lenguas y culturas, aparentemente inanimado, con las flores de la resistencia ocultas bajo él.
En el proceso por el que el Estado-nación se impuso a las sociedades mediante la violencia y la asimilación, las personas perdieron sus tierras comunales, su comunidad y su propia identidad. El Estado-nación, basado en una etnia, religión, confesión u otro fenómeno social dominante, acabó con muchas tradiciones y culturas mediante el genocidio o la asimilación. Miles de tribus y pueblos fueron así agrupados con sus lenguas, dialectos y culturas y definidos como un «nuevo» país o nación. Se prohibieron muchas religiones, creencias y sectas, se vetaron el folclore y las tradiciones, y quienes se negaron a asimilarse fueron expulsados y marginados. En consecuencia, se estableció el nacionalismo con el lema «una lengua, una bandera, una nación, una patria, un Estado, un himno, una cultura».
Por ejemplo, hay muchas culturas, etnias y regiones diferentes de la nación germánica, como los frisones, los sorbios, los ladinos y el Tirol del Sur, Alsacia y Flandes. Pero a través de la transformación en el Estado-nación moderno, muchas de estas naciones se convirtieron poco a poco en «Alemania», dejando solo el idioma alemán estándar y perdiendo sus vestimentas, su forma de vida, sus animales y sus tierras, sus danzas y sus canciones. Este es solo un ejemplo de tantas naciones, culturas y religiones en Europa cuyos nombres no encuentran cabida en la educación escolar general. Encontramos muchos otros ejemplos en Europa, como el País Vasco, Galicia, Aragón, las tierras catalanas y el pueblo asturiano en el Estado español, Occitania, Córcega y Bretaña en el Estado francés, Sicilia, Véneto, Friuli, Cerdeña y Tirol del Sur en el Estado italiano, Irlanda (Éire), Gales (Cymru) y Escocia (Alba) en el Reino Unido o los samis en los Estados noruego, sueco, finlandés y ruso2. El mundo es tan grande que tenemos que mirar más allá de nuestra propia perspectiva, porque en todo el mundo encontramos miles de ejemplos más de naciones que han sido integradas a la fuerza en el Estado-nación mediante la violencia y la asimilación. Una de las resistencias más significativas y exitosas contra el Estado-nación y su ideología capitalista-patriarcal se encuentra en Kurdistán y en el norte y este de Siria/Rojava, donde asirios, armenios, drusos, cristianos, alauitas, sirios, árabes y muchos otros han creado un lugar de resistencia cultural y de coexistencia y organización confederal democrática. Además, podemos ver la resistencia de los baluchis, los tamiles, los oromo, los amazigh, los pueblos indígenas de Abya Yala y muchos más.
Y una vez que empezamos a mirar, encontramos miles de colores en nuestra sociedad actual, en las culturas, tradiciones, naciones e idiomas. La hermosa paleta de colores de muchas de estas culturas ha quedado sepultada bajo una masa gris y monocromática de hormigón a lo largo de los años, y depende de nosotros sacarlas del hormigón y dejarlas florecer de nuevo a través de una lucha común.
El mosaico de una flor
Con la institucionalización del nacionalismo, el liberalismo y el sexismo en los últimos siglos, la asimilación y la destrucción se han convertido en formas visibles de opresión cultural. Sin embargo, aún hay muchas maneras de encontrar valores originales que anhelan ser revividos. Después de todo, la cultura siempre ha cambiado, se han añadido nuevos rituales y otros han evolucionado. La cultura es algo vivo, cambiante, como una flor que comienza a florecer de nuevo cada año y, sin embargo, nunca tiene el mismo aspecto. Una flor crece y está conectada al ciclo anual, formando nuevas hojas y desarrollándose con las condiciones cambiantes del entorno. Una flor se compone de muchas partes individuales, como un mosaico, que crecen juntas y se influyen mutuamente, de forma similar a la cultura, en la que los múltiples aspectos de una sociedad o movimiento cultural se encuentran en todos los ámbitos de la vida.
Un ejemplo es el lenguaje, que es una expresión de la sociedad. A través del lenguaje nos comunicamos y desarrollamos nuestras vidas, es parte de nuestra identidad y la expresión de significado y emociones. En las comunidades indígenas, cada región tenía sus palabras típicas para describir la naturaleza y el trabajo, y muchos dialectos. Los idiomas se utilizaban para la comunicación interna. El lenguaje era importante para describir sentimientos y características. Por ejemplo, en ciertos diomas de comunidades indígenas, cuando alguien está triste, toda la comunidad está triste. En estos diomas, no hay palabras para objetos individuales e independientes, como las piedras, pero una palabra puede describir cómo el agua forma una determinada forma de piedra. Por lo tanto, la descripción está viva, todo está vivo y tú, como sociedad, estás en relación con ello. Las palabras para objeto y sujeto no están tan claramente delimitadas como en los idiomas de los Estados-nación y la colonización. Los sustantivos describen de forma rígida, pero los verbos existen en diferentes variaciones y son fluidos, dando vida a una bahía al describir el ir y venir del agua, el sonido del agua al tocar las piedras afiladas y calientes de la bahía, describiendo la suave brisa del aire fresco del mar y el silencio mientras se escucha los sonidos de un cuerpo vivo, nuestra madre tierra3 Y si tomamos un ejemplo de Kurdistán, no encontramos allí ninguna palabra que defina la propiedad. Las cosas existen, están ahí, pero no puedes llamarlas tuyas. El kurdo es una lengua femenina, una lengua antigua en la que muchas palabras siguen siendo femeninas o relacionadas con la madre. Por ejemplo, la palabra «ma» describe el agua y más tarde se convirtió en «mama», que conocemos como madre.
Este es solo un ejemplo de cómo el lenguaje está vinculado a nuestras madres, e incluso la expresión «lengua materna» es un ejemplo de cómo aprendemos a comunicarnos con la sociedad y la vida a través de nuestras madres. Cuanto más se desarrolla una sociedad, más establece un lenguaje de vida. Renunciar a la propia identidad significa entonces caer como una hoja de un árbol en un pozo sin fondo.
En muchas culturas también hay cantos, como el dengbêj kurdo, en los que se transmiten historias y sabiduría. En la cultura sami, el yoik se utiliza para cantar sobre personas, animales y fenómenos naturales, mientras que el yodel alpino se utiliza para comunicarse con los rebaños de vacas o entre pueblos. Por muy diferentes que puedan parecer estas canciones y por muy diferente que sea su función en la sociedad, vemos que las experiencias y perspectivas de la vida se han transmitido a través de las canciones y el canto a lo largo de los siglos. Estas culturas y tradiciones solo se han transmitido oralmente hasta hoy y, lamentablemente, cada vez son menos las personas que aprenden a transmitirlas a la siguiente generación.
Cuando observamos las danzas en círculo de Alemania, vemos que la sociedad ha cambiado mucho. Cada danza en círculo, incluso cada movimiento, tenía un significado; por ejemplo, algunas solo se bailaban para pedir una buena cosecha mientras se cantaba y se rezaba a la diosa madre. Pisar fuerte significaba introducir la semilla profundamente en la tierra, de ahí proviene el proverbio alemán «etwas aus dem Boden stampfen» (pisar fuerte algo para sacarlo de la tierra / crear algo de la nada). O la formación de una puerta en las danzas infantiles simbolizaba la puerta al inframundo. Había danzas especiales que transmitían conocimientos sobre la cosecha de cereales, o danzas que imitaban los movimientos del tejido con lana. La mayoría de estas danzas eran círculos abiertos con pasos sencillos para que toda la sociedad pudiera participar fácilmente. Estaban conectadas con el resto del mundo y no existían categorías individualizadas como danza, canto o teatro4. En el contexto europeo, había miles de danzas circulares diferentes, pero solo en unas pocas culturas siguen vivas. Muchas danzas también se perdieron debido a leyes que las prohibían, ya que tenían mucho que ver con el significado y la existencia de una sociedad viva, rural y natural. Esta línea de desestabilización y destrucción de la sociedad sigue existiendo y podemos verla en la prohibición del govend kurdo por parte del Estado turco. Simplemente por una danza, hoy en día se puede ir a la cárcel en Turquía.
También podemos encontrar cultura en las cosas más cotidianas del mundo. La elaboración del pan es una de las formas de cultura más antiguas que conocemos. Todavía hoy tiene un significado sagrado y hay muchas culturas en las que el pan solo puede y debe ser elaborado por mujeres. Encontramos historias y cuentos de hadas sobre la importancia del pan, y hay innumerables canciones y costumbres sobre la importancia del trigo (o el maíz). El pan es alabado, venerado, bendecido, maldecido, determina la vida y la muerte en la sabiduría antigua. Por ejemplo, tirar el pan se consideraba una desgracia en el Cercano y Medio Oriente. También hay pueblos indígenas en Abya Yala cuyas casas y hogares están construidos alrededor del tandoor (horno tradicional), porque para ellos el pan es fundamental para la vida y sin pan no hay vida.
La cultura como resistencia no solo está representada en los movimientos culturales, sino también como resistencia a la modernidad capitalista en la lucha feminista, en la lucha religiosa o en la lucha ecológica. Vemos que la cultura es una parte importante de una lucha y puede crearse a partir de ella. Nosotros mismos creamos cultura, a través de nuestra forma de abordar la vida y de luchar. Formamos una cultura de valores y moral, de ética y estética en forma de lucha.
La sociedad del espectáculo destruye el legado de la cultura de las mujeres
A pesar de todo esto, la cultura que aún existe está constantemente amenazada de ser integrada en el sistema, adaptada y, por lo tanto, asimilada. Muchas tradiciones se han liberalizado en los últimos años y se han convertido en algo por lo que hay que pagar, o se han convertido en un espectáculo. Las danzas en círculo existieron durante un tiempo para la gente «común», mientras que los valses, el ballet o la salsa se fueron afianzando cada vez más en Europa Central. La importancia de la forma de baile se descompuso y surgió el baile en pareja.
En los últimos cincuenta años, en particular, muchas tradiciones y culturas han sido adoptadas y transformadas por el sistema. Lo que antes se asociaba con la sociedad y la vida se ha convertido en algo individualista, vacío y sin sentido. La cultura se convirtió en una atracción. Las mujeres con vestidos cortos se convirtieron en algo para mirar. Con el creciente establecimiento de una «sociedad del espectáculo», gran parte de la cultura se está eliminando de la sociedad y se está convirtiendo en una industria. Bajo la influencia del sistema, muchas comunidades se han vuelto cada vez más retrógradas y dóciles. Muchos filósofos han señalado que la sociedad se ha convertido en el orden del zoológico: al igual que un zoológico, la sociedad se ha transformado en un espectáculo. Las industrias del deporte, el arte y la cultura, y en particular la industria del sexo, nos bombardean con inteligencia emocional y analítica de forma intensa y continua a través de amplias campañas publicitarias. La completa disfunción de ambos tipos de inteligencia completa la conquista mental de la sociedad del espectáculo. Durante y después de la Guerra Fría, el sistema ha permitido que la sociedad del espectáculo domine todas las sociedades a través de los Estado-nación y las corporaciones financieras globales5. También podemos definir este sociocidio a través de la transformación y asimilación de la cultura en un espectáculo (como el de un zoológico) como feminicidio. Mientras que la madre y la mujer eran y siguen siendo las guardianas de la cultura, la tradición, el lenguaje y la sabiduría, el sistema patriarcal intentó cortar por completo esta conexión con la sociedad y la vida. Ella era la que establecía la conexión con la naturaleza, la que transmitía sabiduría e historias a la siguiente generación a través de canciones, la que tenía danzas y rituales especiales para quedarse embarazada, para trabajar en el campo, la que enseñaba a la sociedad a través del teatro sobre la moral y los valores de la coexistencia pacífica en la comunidad.
Un buen ejemplo de las mujeres y la cultura es el tejer. El tejer forma parte de una cultura muy antigua. En las antiguas tradiciones y cuentos de hadas, las mujeres hilaban y tejían la vida con sus ruecas, creaban redes y telas cortando y entrelazando hilos sueltos. Mientras tejían, se reunían, hablaban y cantaban sobre la vida, se educaban y formaban el centro de una comunidad. Hace 500 años, esta cultura aún existía en Europa, había gremios en los que solo las mujeres tejían, trabajaban y vivían juntas de forma autónoma. También había grupos religiosos de mujeres, como las beguinas, que se organizaban de forma autónoma y tenían su propia cultura y religión, que no era tan dogmática como la cristianización emergente. Durante el periodo de industrialización, muchos de estos lugares donde las mujeres se organizaban y creaban cultura fueron prohibidos. Las mujeres fueron excluidas de los gremios, se les prohibió bailar y vivir solas o solo con mujeres.
La caza de brujas durante cientos de años se convirtió en el mayor feminicidio de la historia de Europa y gran parte de la cultura de las mujeres fue desterrada de la sociedad. Las mujeres se convirtieron en amas de casa y sus conocimientos sobre la naturaleza y la cultura fueron castigados con la muerte y fueron perseguidas como brujas. La manipulación de la sociedad y la opresión de las mujeres se institucionalizaron al convertirlas en objetos sexuales para la industria del sexo. El abuso de la sexualidad es una de las principales formas en que las fuerzas hegemónicas han consolidado la modernidad capitalista en torno a cada flor de vida. Las personas están condicionadas a buscar el éxito en el poder sexual. El sexo debería tener la función de ser una actividad para crear conciencia y eternidad de la vida; por lo tanto, no solo es significativo, sino también sagrado. El sistema corrompió la sexualidad en la sociedad y la convirtió en la religión del sexismo masculino dominante. La mujer se convirtió en un objeto que daba a luz a los hijos de la nueva industrialización emergente, se volvió pasiva y algo que había que conquistar. Su existencia como guardiana de la cultura se transformó en un objeto que ya no creaba cultura, el huso del tejido y la vida enterrado bajo las máquinas de los hombres.
“Nuestra lucha actual solo puede crecer y florecer si se basa en sus raíces, en sus tradiciones” – Abdullah Öcalan
Mientras que la modernidad capitalista nos quiere hacer creer que solo existe el hormigón gris, que solo hay Estados-nación y que la cultura es una industria, podemos ver los diferentes colores de las flores de resistencia en todo el mundo. En una sociedad democrática, todos los grupos sociales pueden coexistir sobre la base de las diferencias que se forman en torno a su propia cultura e identidad, sin limitarse a una cultura y una ciudadanía homogeneizadas. Abdullah Öcalan describe una sociedad democrática como una sociedad natural que se conoce a sí misma y está llena de posibilidades de autoorganización, autosuficiencia y autodefensa. Las sociedades naturales siempre han existido a lo largo de la historia y se basan en su propia lucha e identidad con moral y valores. Las comunidades pueden revelar su potencial en estas diferencias, ya sea en términos políticos o de identidad, para crear una vida diversa y activa. Dentro de una nación democrática, ninguna de las comunidades teme ser homogeneizada y moldeada en un mismo patrón, ya que todas tienen derecho a existir y luchar juntas. La uniformidad se considera una deformidad, pobre y aburrida. La diversidad, por otro lado, ofrece riqueza, belleza y tolerancia. La libertad y la igualdad prosperan en estas condiciones. De hecho, la libertad y la igualdad que se alcanzan a través de los Estados-nación solo están reservadas a los monopolios, como se ha demostrado en todo el mundo. Los monopolios del poder y el capital nunca permiten la verdadera libertad o igualdad. La libertad y la igualdad para la sociedad solo pueden lograrse a través de la política democrática de una sociedad democrática y protegerse mediante la autodefensa.
Las naciones democráticas de todo el mundo nos están demostrando que pueden defenderse, que siguen brillando como las flores de diferentes colores en un jardín. Nos muestran, como dice Abdullah Öcalan en la siguiente cita, que «la tradición y la cultura en sí mismas significan resistencia. Las culturas y las tradiciones o bien se destruyen o bien sobreviven porque una de sus características es que no pueden capitular. Los movimientos culturales son una forma de resistencia y una fuerza democrática que muestra su resistencia a través de su existencia en la modernidad capitalista». Este hecho no fue tenido en cuenta por el fascismo de los Estados-nación. Reprimirlas o incluso asimilarlas no significa su fin. La resistencia de las culturas recuerda a las flores que demuestran su existencia perforando las rocas o rompiendo el hormigón que la modernidad ha vertido sobre ellas y volviendo a la luz del día».
Notas al pie
- Maria Mies and Veronika Bennholdt-Thomsen, A cow for Hillary. The subsistence perspective ↩︎
- Robin Wall Kimmerer, Braiding Sweet Grass. Indigenous Wisdom, Scientific Knowledge, and the Teachings of Plants. ↩︎
- Eva Sollich, German Folk dance ↩︎
- ADM brochure «Cultural resistance», excerpt from Abdullah Öcalan’s writings about culture. ↩︎