Desde hace más de 30 años, en el mundo se está librando una Tercera Guerra Mundial. Su centro no son las antiguas repúblicas soviéticas ni los países del Extremo Oriente. Desde hace tres décadas, los pueblos de Oriente Medio son los que más sienten las disrupciones masivas causadas por la crisis ideológica-organizativa de la modernidad capitalista.
Ciertos acontecimientos conducen a algo más que a una nueva fase política. El colapso de la Unión Soviética, la ocupación estadounidense de Irak o la invasión rusa de Ucrania, iniciada a finales de febrero, son acontecimientos de tal magnitud que inauguran épocas históricas de larga duración o aceleran su dinámica. Por lo tanto, actualmente es muy importante analizar los acontecimientos políticos cotidianos de manera que seamos conscientes de sus dimensiones históricas y de sus consecuencias estratégicas. Sobre esta base, nosotros, como miembros, partidarios o simpatizantes de las fuerzas democráticas de nuestro país, podemos reconocer correctamente qué respuestas deben encontrar estas fuerzas sociales a las condiciones políticas actuales, para proteger los intereses de las mujeres, la juventud, los trabajadores y los pueblos del mundo.
Desde hace más de 30 años, en el mundo se está librando una Tercera Guerra Mundial. Su centro no son las antiguas repúblicas soviéticas ni los países del Extremo Oriente. Desde hace tres décadas, los pueblos de Oriente Medio son los que más sienten las disrupciones masivas causadas por la crisis ideológica-organizativa de la modernidad capitalista. Esto incluye la desintegración de los Estados, el desplazamiento de millones de personas, la destrucción del entorno natural y el genocidio contra el pueblo kurdo. A nivel mundial, desde el colapso de la Unión Soviética, los ataques a los valores humanos más básicos cómo la libertad, la democracia, la igualdad y la paz se han intensificado repetidamente.
Desde el comienzo de la guerra en Ucrania, los representantes políticos, mediáticos, económicos y científicos de la modernidad capitalista han estado utilizando todos estos términos -guerra mundial, genocidio, defensa de la libertad- muy activamente. Cada día se habla del peligro de una “tercera guerra mundial que se aproxima”, del genocidio contra la población de Ucrania y de la defensa de la libertad contra el régimen de Putin. Tan importante cómo es para la comprensión de nuestra época histórica el uso de estos términos centrales, en el curso posterior de este análisis se pondrá de manifiesto que las fuerzas democráticas tienen una gran necesidad de utilizarlos de una manera más precisa analíticamente, autodeterminada y menos propagandística – y así protegerse de las peligrosas consecuencias de las campañas de distracción y distorsión de los portavoces del estado y del capitalismo como la BBC, la CNN o los medios de (des)información locales y nacionales.
Los actores centrales de la Tercera Guerra Mundial y sus estrategias:
En el artículo “Evaluación de la situación política actual: la Tercera Guerra Mundial y su impacto en Kurdistán” se hicieron importantes observaciones sobre los rasgos básicos de la Tercera Guerra Mundial y el orden mundial multipolar que se hace cada vez más evidente. En el contexto de estas observaciones, podemos pasar a analizar las políticas actuales de los actores centrales de la modernidad capitalista: el Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Alemania y China, aunque por razones de espacio solo trataremos aquí con más detalle a tres de ellos. Son estas potencias capitalistas-estatales las que hoy compiten por las mejores posiciones en el orden mundial multipolar, utilizando una amplia variedad de medios, todos los cuales se basan deliberadamente en la destrucción de países enteros como Ucrania o Irak, la destrucción y el desplazamiento de sociedades enteras como en el Kurdistán o Siria, y el despilfarro de recursos sociales en la guerra.
Posiblemente, la más silenciosa, pero la más eficaz, de estas potencias sea sin duda Gran Bretaña. Durante siglos, el Estado británico ha perseguido una pretensión de poder mundial, que pudo hacer valer en gran medida en la práctica hasta 1945. En esta trayectoria, fue capaz extender y reunir relaciones, experiencia y conocimientos en todas las regiones del mundo. Desde el Brexit, se considera de nuevo en una mejor posición para poner en práctica su estrategia de la “Gran Bretaña global en una era competitiva”(1) de forma agresiva y de diversas maneras. La estrategia que sirve a este propósito ha sido la misma desde hace siglos y actualmente puede observarse muy bien en la Europa continental: “divide y vencerás”.
En su libro “The Grand Chessboard: American Primacy and Its Geostrategic Imperatives” (El gran tablero de ajedrez: La prioridad americana y sus imperativos geoestratégicos), publicado en 1997, el geoestratega de renombre mundial y ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, demuestra de manera extraordinaria lo central que es la división de Eurasia para la búsqueda de una reivindicación global de poder. Una Eurasia unida, es decir, una Europa que coexista pacíficamente con Rusia y Asia, que coopere económicamente entre sí y que esté culturalmente entrelazada, simplemente no sería controlable desde el exterior. Porque tendría suficiente tierra, recursos naturales y gente para representar sus intereses de forma autodeterminada. Brzezinski también nombra las regiones de Eurasia especialmente adecuadas para dividir el vasto continente: Georgia, Corea… y Ucrania.
Según admiten los propios ministros británicos, desde 2014 el país ha entrenado a más de 20.000 soldados ucranianos en sistemas de armas modernos de la OTAN y ha suministrado miles de misiles antitanques y antiaéreos. Recientemente, también se añadieron modernos lanzacohetes múltiples. Este amplio apoyo llevó al actual presidente ucraniano a agradecer públicamente a sus socios británicos (2). El ex-primer ministro Johnson describió la guerra que se libra desde finales de febrero como “el mejor momento de Ucrania” (3), expresando claramente la satisfacción del Estado británico por la destrucción de Ucrania y la cada vez más profunda ruptura entre Europa y Rusia. La BBC, empleada muy deliberadamente como herramienta de política exterior por el Reino Unido (4), ha estado ofreciendo a cualquier interesado un bombardeo propagandístico de 24 horas de historias sobre los héroes de guerra ucranianos, una población civil que apoya incondicionalmente a su Estado, y Putin, quien aparentemente se ha transformado de forma totalmente inesperada en un criminal de guerra, desde el 24 de febrero.
La política británica de entrega masiva de armas, estrecho asesoramiento político-militar, propaganda de guerra en los medios de comunicación y cortejo diplomático al gobierno ucraniano ha sido innegablemente muy eficaz hasta ahora y está permitiendo a Ucrania librar una guerra a largo plazo contra Rusia. Pero no es correcto. Cualquiera que conociera la situación de Ucrania antes del 24 de febrero de 2022, sabe muy bien lo poco que piensa la sociedad ucraniana del Estado, la burocracia y los políticos de su país. Desde 2014, el ejército ucraniano cuenta con un número considerable de soldados abiertamente fascistas, lo que también ocurre con la burocracia estatal y sus representantes en el gobierno. No en vano, es habitual que honren a los colaboradores ucranianos con el fascismo alemán (5). Hace poco, once partidos de la oposición en el país fueron simplemente prohibidos (6).
El Estado británico es uno de los mayores partidarios de estos peligrosos acontecimientos, ya que el régimen de Zelensky ofrece de buen grado sacrificar la población y la riqueza de Ucrania a cambio de la política británica del “divide y vencerás”, que hace imposible la coexistencia pacífica de las sociedades europeas. El Estado británico seguirá dividiendo y gobernando también en otras partes del mundo. Con la ayuda del pacto AUCUS en el Extremo Oriente, junto a Erdoğan y el clan Barzanî en Oriente Medio, junto al régimen de Azerbaiyán en el Cáucaso, y apoyando a gobiernos abiertamente fascistas como los de Polonia y Ucrania en Europa.
No es sorprendente que Rusia haya invadido Ucrania, ni es necesario que nos preguntemos demasiado sobre los motivos del Estado ruso para esta trascendental decisión. Cualquiera que haya seguido con atención, por ejemplo, el discurso de Putin en 2007 en la Conferencia de Seguridad de Múnich o el documental de aproximadamente cuatro horas de numerosas entrevistas que Oliver Stone realizó a Putin en 2017 puede ver muy claramente lo que el Estado ruso busca en la guerra de Ucrania: un lugar destacado en el orden mundial multipolar. En su discurso de 2007, Putin se quejaba de que Rusia ha abierto de buena fe sus puertas al capital internacional y ha reclamado para sí poco de las oportunidades de beneficio en otras partes de este mundo, pero que Occidente simplemente no recibe suficiente. Desde al menos el año 2007, el máximo representante del Estado ruso ha repetido prácticamente en cada oportunidad que Rusia exige un lugar respetable entre los centros de poder estatal multipolar de este mundo. En consecuencia, la preocupación de Rusia hoy en día en Ucrania no es ni el genocidio de la población ucraniana ni la promoción de la libertad, la democracia y la igualdad.
Es bastante cuestionable que el Estado ruso pueda hacer valer sus exigencias frente a la alianza del ejército ucraniano, entrenado y equipado por la OTAN, los grupos fascistas y los mercenarios internacionales. El problema central de Rusia es que no tiene nada fundamentalmente nuevo que ofrecer en una época de crisis ideológica-organizativa de la modernidad capitalista. Sobre la base de un Estado altamente centralizado, un pronunciado nacionalismo y la fuerza militar, el país puede ser capaz de mantener su lugar entre los polos de poder del mundo, pero de esta manera, no puede contribuir prácticamente a la solución de los inmensos problemas de la humanidad.
Rusia ya ha pagado un enorme precio por la guerra de Ucrania. Incluso si logra su objetivo de que Ucrania sea políticamente neutral, militarmente débil y económicamente dependiente entre Moscú y Occidente, la enorme presión política y económica de los países de la OTAN y sus aliados, combinada con las grandes pérdidas militares en Ucrania, obligará inevitablemente a Rusia a revisar su política. No es improbable que el Estado ruso busque venganza en otras partes del mundo por su humillación en Ucrania. En consecuencia, habrá que prestar mucha atención en un futuro próximo al papel de Moscú en el contexto de las tensiones en los Balcanes, el Cáucaso y Oriente Medio.
En Alemania, como importante centro político y económico de Europa, las contradicciones internas han salido a la luz tan abiertamente en el curso de la guerra de Ucrania que podemos hablar de una especie de crisis de Estado. El conflicto históricamente antiguo entre el capital alemán de orientación euroasiática, representado políticamente en particular por partes del SPD, pero también por los círculos pro-Merkel en la CDU, y las facciones del capital alemán de raíz transatlántica ha estallado literalmente con el nuevo gobierno del SPD, los Verdes y el FDP. No solo se han detenido proyectos energéticos estratégicos como el Nord Stream 2 y se han restringido masivamente las relaciones económicas con Rusia, sino que ahora el Estado alemán también participa en la ruptura de la paz en la parte occidental de Eurasia con entregas de armas y un amplio apoyo diplomático-mediático.
Este conflicto fue, en un principio, de carácter político cuando, al comienzo del nuevo gobierno, estalló una disputa pública entre la Cancillería, controlada por el SPD, y el Ministerio de Asuntos Exteriores del Partido Verde sobre quién determinaría la política exterior del futuro gobierno. Sobre todo, por culpa de cuadros políticos de los Verdes como Baerbock, Hofreiter, Nouripour y Habeck, la actual dirección política de Alemania puede describirse como un gobierno de guerra. En fascistas como Erdoğan, autócratas como la casa gobernante qatarí, Zelenskyy o títeres de la OTAN como los dirigentes taiwaneses, la dirección de los Verdes cree haber reconocido socios prometedores para Alemania. Las contradicciones internas de Alemania son tan profundas que las facciones del Estado y del capital que compiten entre sí ya no se privan de humillar a los cuadros estatales activos y antiguos y de declararlos prácticamente proscritos. Esto demuestra la gravedad de la crisis política del Estado alemán en la actualidad.
También en el Estado Español, no es nuevo el patrón a la reacción de pánico y agresiva de los medios de comunicación, la élite científica y los responsables políticos contra cualquier oposición a la participación de las potencias europeas en una guerra en el continente. La respuesta del gobierno ante la invasión en ucrania, el posicionamiento ante la autodeterminación del pueblo saharaui, la masacre en Melilla o la reciente congregación de la cumbre de la OTAN en Madrid, revelan la verdadera cara del estado español con una fuerte y temerosa actitud militarista, garante de la integridad de la “Europa fortaleza”. En este contexto, la respuesta a estas actitudes intolerantes, las protestas y proclamas antibelicistas y democráticas de la sociedad, han sido silenciadas y criminalizadas, cómo, por ejemplo, la militarización de las calles y prohibición de manifestaciones anti-OTAN en Madrid.
En la actualidad, la línea general defensora de la OTAN entre la élite política, militar y económica mantiene sin duda el timón del Estado y seguirá insistiendo agresivamente en la afirmación de sus intereses en el futuro próximo. Son muy conscientes de lo arriesgada que es la destrucción de la paz euroasiática y de la cantidad de protestas sociales que se producirán en los territorios contra las consecuencias inmediatas de esta política: por ejemplo, el aumento de precios, fortalecimiento de las fuerzas fascistas, desmantelamiento de la democracia y guerra. Representado por el partido socialista, pero en conveniencia con el Partido Popular y otros partidos de la oposición, el aparato estatal español intentará en un futuro deslegitimar o silenciar cada vez más la disidencia política, justificar la presión económica sobre la población del país con las supuestas consecuencias inevitables de la guerra. Promulgar una política exterior militarista antidemocrática fomentando el miedo y el odio al “otro” entre la sociedad.
Por muy diferentes que sean las posiciones de partida de los distintos actores estatales de la modernidad capitalista, todos ellos hacen uso de ciertas herramientas para imponerse en la Tercera Guerra Mundial (que ya dura más de 30 años), para convertirse en un polo de poder independiente en el mundo multipolar. Los representantes del gobierno británico, en particular, hablan muy abiertamente de ello y justifican el uso de la fuerza militar, las sanciones económicas y las campañas mediáticas afirmando que defienden la libertad y la democracia contra las autocracias del mundo, lo que en última instancia significa sobre todo Rusia y China. El juego mediático y político con el miedo de la gente a una pandemia se puede observar prácticamente todos los días desde el inicio de la pandemia de Corona a principios de 2020. Ayer fue Corona, hoy es la viruela del mono, y mañana podría ser otra enfermedad que permita el aislamiento social legalmente regulado y la restricción de los derechos democráticos, mientras que el clima social de miedo entre iguales no deja aparentemente a la gente otra opción que lanzarse a los brazos supuestamente protectores del Estado paternalista y refugiarse en el mundo digital de Netflix, Meta y compañía.
Los medios militares, económicos, mediáticos y biológicos forman así parte del amplio repertorio con el que los actores de la modernidad capitalista luchan hoy en día en el contexto de la Tercera Guerra Mundial y, al mismo tiempo, exponen a las sociedades, los pueblos y los individuos de este mundo a ataques incesantes. Estos actores estatales son muy conscientes de la naturaleza de la Tercera Guerra Mundial, que difiere significativamente de las dos primeras guerras mundiales, y se han ajustado a su naturaleza prolongada y a su complejidad. Cuanto más lo hagan también las fuerzas democráticas de este mundo, antes podrán poner fin a esta guerra, que carece totalmente de sentido desde el punto de vista de la humanidad, y disponerse a trabajar en la verdadera agenda de los pueblos, las mujeres, los jóvenes y los trabajadores del mundo.
El genocidio en Oriente Medio
Como resultado de la profundización de la crisis de la modernidad capitalista, las tensiones en Oriente Medio también están cobrando impulso. Tanto la guerra en Ucrania como las guerras en Oriente Medio son el resultado de la competencia entre los actores estatales por su lugar en el orden mundial multipolar y la crisis ideológica-organizativa de la modernidad capitalista. Por lo tanto, están estrechamente interrelacionadas. Desde el inicio de la guerra en Ucrania a finales de febrero, numerosos conflictos en Oriente Medio se han intensificado claramente. Por lo tanto, los acontecimientos actuales se asemejan en cierto modo a los de 2014, cuando, pocos meses después de la ocupación rusa de Crimea, Oriente Medio se vio sumido en un completo caos por la ofensiva del Estado Islámico (EI).
Actualmente, el Estado turco está aprovechando los conflictos entre las potencias internacionales y la tensa situación de la OTAN para imponer sistemáticamente el objetivo más importante de su política neo-otomana a corto y medio plazo: la anexión del norte de Siria y el sur del Kurdistán. Esto permitiría a Turquía (re)establecer las fronteras del Estado-nación, que la burguesía nacional turca se había fijado como objetivo hace 100 años, pero que no pudo lograr debido a la presión de Francia y Gran Bretaña. La imposición de una zona de ocupación de 30 kilómetros de profundidad y unos 1.400 kilómetros de longitud a lo largo de su frontera sur permitiría al Estado turco desestabilizar Siria e Irak a una escala tan masiva que la anexión de las partes restantes, de acuerdo con el Misak-ı Milli [Pacto Nacional], ya no debería plantear mayores dificultades. Hasta aquí el plan.
Sin embargo, dado que la implementación concreta está fracasando actualmente en las regiones kurdas del sur de Zap, Avaşîn y Metîna debido a la resistencia de las Unidades de Defensa Popular y Femenina (HPG y YJA-Star), el régimen turco del AKP-MHP está buscando objetivos supuestamente más fáciles en el norte de Siria. Si Turquía realmente logra ocupar zonas como Şehba y Minbic, Alepo estaría a tiro de piedra. Esto establecería con éxito el extremo occidental de la frontera sur después del Misak-ı Milli. La aprobación expresada públicamente por el opositor Partido Popular Republicano (CHP) demuestra que se trata de una política del Estado turco y no de un gobierno individual o de un dictador como Erdoğan.
Desde el punto de vista de la OTAN, especialmente de Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania, el objetivo de Misak-ı-Milli parece ciertamente digno de apoyo, ya que haría retroceder decisivamente la influencia iraní en la región. Al mismo tiempo, Bruselas, Washington, Londres y Berlín parecen impacientes por utilizar a Turquía para transportar el gas y el petróleo sirio e iraquí a Europa, facilitando así el aislamiento económico de Rusia. El reciente acercamiento entre Israel y Turquía muestra claramente que Jerusalén también simpatiza con las ambiciones turcas. No hay que olvidar que el Estado turco lleva a cabo una política fuertemente determinada por el exterior, especialmente por su dependencia económica y militar de la OTAN. La burguesía turca puede soñar con un nuevo Imperio Otomano y, ante las repetidas nuevas operaciones de ocupación, puede convencerse de que realmente puede lograrlo, pero tanto sus raíces ideológicas en las capitales de Europa Occidental como su actual condición económico-militar la hacen parecer más bien un perro desbocado, mantenido fuertemente atado por la OTAN, pero también por Rusia y China. Dejando a un lado las motivaciones de política exterior, el régimen del AKP-MHP se ve impulsado a nivel interno por el miedo a perder el poder en las próximas elecciones. Por lo tanto, la guerra y el nacionalismo son medios bienvenidos para distraer a la población de los verdaderos problemas del país y obligar a los partidos de la oposición a apoyar acríticamente al gobierno en tiempos de guerra.
La destrucción causada por la política de Turquía en Oriente Medio es innegablemente enorme. El Kurdistán y el pueblo kurdo en particular están siendo sometidos a una política de genocidio de proporciones inimaginables. Aproximadamente 650 pueblos están actualmente amenazados de desalojo solo en el Kurdistán del Sur. 150 pueblos de la región han sido completamente despoblados desde 2015. Estas cifras no son sorprendentes, ya que los aviones de guerra y los drones turcos han bombardeado la región más de 2.000 veces desde el 14 de abril de 2022, y el ejército turco ha llevado a cabo allí unos 700 ataques con armas químicas. También en las principales ciudades del Kurdistán del Sur, el Estado turco, con la ayuda de asesinos a sueldo contratados por el servicio de inteligencia del MIT, actúa cada vez más contra los kurdos que se oponen abiertamente a la política de ocupación de Turquía. El asesinato de Zeki Çelebi en Silêmanî (Sulaymaniyah) en mayo y de otro defensor kurdo del norte unos días antes en la ciudad de Dohuk lo demuestran claramente. En el norte y el este de Siria, es ya habitual ser objeto de ataques con drones y artillería destinados a expulsar a los civiles de sus pueblos y ciudades.
Así pues, en 2022, el pueblo kurdo se enfrenta a la amenaza real de verse completamente privado de sus medios de vida en el norte, el sur y el oeste del Kurdistán. En el marco del proyecto Misak-ı-Milli, las intolerables condiciones de Efrîn -la expulsión de la población kurda y el asentamiento de cientos de miles de islamistas árabes y turcomanos y sus familias- se extenderán a tres cuartas partes del Kurdistán. El hecho de que esto crearía efectivamente un “estado islámico” en el Kurdistán bajo el protectorado de Ankara tampoco es un buen augurio para la seguridad europea.
Junto con Turquía, es Irán quien, como potencia regional, determina de forma decisiva la evolución de la región. Las negociaciones del país en Viena con las principales potencias de la modernidad capitalista parecen ahora seriamente estancadas, a pesar de que todas las partes han asegurado constantemente lo contrario. Actualmente, Rusia no está especialmente interesada en un acuerdo exitoso, ya que esto solo liberaría a las fuerzas de la OTAN atadas contra Irán en Oriente Medio para realizar provocaciones contra Rusia y China. Y también Israel sigue oponiéndose con vehemencia a un acuerdo con Teherán. Irán ha realizado movimientos políticos y militares muy decisivos desde principios de año, sobre todo en el sur del Kurdistán y en Irak. Con la ayuda del Tribunal Constitucional iraquí, controlado por Irán, está atacando la venta de petróleo y gas del Kurdistán Sur a Israel y a Europa, que controla el Partido Democrático del Kurdistán (PDK). Una reciente ley aprobada por el Parlamento iraquí que criminaliza cualquier relación con Israel es otro ataque abierto contra el PDK y sus amigos de Jerusalén. Desde el punto de vista militar, los repetidos ataques con misiles contra Hewlêr (Erbil) y las empresas petroleras del sur del Kurdistán en los últimos meses han dejado claro que Irán ya no está dispuesto a tolerar la escalada de la actividad de las agencias de inteligencia, los militares, los gobiernos y las empresas israelíes y occidentales en sus aledaños.
Mientras que el propio Irán está convulsionado por graves disturbios y protestas internas, en particular relacionadas con la falta de democracia y las consecuencias económicas de la crisis de la modernidad capitalista, el régimen sigue confiando en las fuerzas proxy que ha entrenado, equipado y coordinado en el extranjero en Yemen, Líbano, Irak, Siria y Afganistán. De este modo, espera desestabilizar Oriente Medio de acuerdo con sus propios intereses, dificultando al máximo que los numerosos enemigos regionales e internacionales del país dirijan su atención hacia el propio Irán. Sin embargo, desde el punto de vista político, social o económico, Teherán no tiene prácticamente nada que ofrecer que pueda contribuir a la solución de los problemas de Oriente Medio.
La lucha mundial por la libertad
Ni la OTAN en Ucrania, ni Estados Unidos en Taiwán, ni la UE en Afganistán están defendiendo valores humanos fundamentales como la libertad, la igualdad y la democracia. Si observamos las sociedades y los pueblos de diferentes partes del mundo, queda claro que son los movimientos, organizaciones e individuos no estatales y anticapitalistas los que se rebelan cada vez más contra la crisis de la modernidad capitalista. En sus métodos -protestas civiles, fuerzas armadas de autodefensa, trabajo parlamentario, autoorganización social, luchas legales, organización sindical, etc. – pueden diferir, pero en su objetivo central -una vida libre- son uno.
El Kurdistán es y sigue siendo una importante fuente de inspiración para todas las sociedades y pueblos del mundo que luchan por la libertad. Basándose en su propia fuerza, el Kurdistán sigue siendo el lugar de la resistencia militar, política, cultural, económica y social contra el fascismo y el genocidio turcos. Debido a la gran importancia de la revolución en el Kurdistán, la defensa de los logros obtenidos allí constituye un servicio a toda la humanidad. Así, cuando millones de personas del Kurdistán del Norte en Turquía luchan políticamente contra el aislamiento de Abdullah Öcalan, están luchando por el derecho de millones de personas en todo el mundo a tener acceso a su líder estratégico y político. Cuando luchan allí por la defensa de la lengua kurda y la cohesión social contra una política estatal de drogas, prostitución y violaciones, también están defendiendo una de las culturas más antiguas del mundo y protegiendo el mosaico cultural de la humanidad contra los grises esfuerzos de homogeneización de la modernidad capitalista. Si a millones de personas en Rojava se les da la oportunidad de organizarse democráticamente y tomar la defensa de su patria en sus propias manos, a pesar de los ataques de la ocupación turca, la tiranía islamista y la guerra del agua, esto demuestra a todas las sociedades de este mundo el enorme poder que libera la autogestión social. Si las fuerzas guerrilleras del HPG y del YJA-Star en el Kurdistán del Sur resisten con éxito a la OTAN y a Turquía durante meses y años, esto demuestra a todos los pueblos del mundo que ellos mismos pueden defenderse de manera eficaz y ética contra los ataques del Estado. En el futuro próximo será importante para el pueblo kurdo y la sociedad del Kurdistán, por un lado, socializar aún más su autodefensa y llevarla también a las ciudades de Turquía y, por otro lado, ser aún más creativos y decididos en la construcción de estructuras de autoadministración democrática en el Norte y Este de Siria, Mexmûr, Şengal, Qandil y Kurdistán del Norte.
En Sri Lanka, las últimas semanas han mostrado drásticamente a qué conduce el genocidio físico a largo plazo. Desde el aplastamiento militar del movimiento tamil en 2009, posible en parte gracias al prolongado apoyo de los militares y políticos británicos, un clan familiar ha gobernado Sri Lanka de forma dictatorial. Así, la “solución tamil” ha sido la destrucción física de los líderes sociales tamiles, el establecimiento de un régimen colaboracionista dependiente de las fuerzas de la modernidad capitalista y la explotación despiadada de los recursos naturales de Sri Lanka. Ni uno solo de los problemas sociales del país se ha resuelto siquiera rudimentariamente desde 2009. Por ello, ahora han estallado protestas generalizadas en el país a raíz de la crisis económica mundial provocada por las contradicciones en el corazón de los centros del capitalismo. El Estado de Sri Lanka es ahora insolvente y está tan marcado económicamente por la corrupción y la explotación colonial que ya ni siquiera puede garantizar el suministro de alimentos a su población.
Con el telón de fondo de su historia moderna de resistencia de décadas, los líderes de la sociedad tamil se enfrentan hoy al reto de organizar una resistencia social efectiva que vaya más allá de las protestas espontáneas y se base en una amplia alianza de todos los segmentos democráticos de la sociedad. Puede que esto no sea fácil dada la brutalidad del régimen de Sri Lanka y de sus partidarios internacionales, pero tiene muchas posibilidades de éxito debido a la naturaleza cultural de la resistencia tamil y a los recuerdos cercanos de organización y lucha de la sociedad. Será crucial -basado en una autocrítica honesta y exhaustiva- adaptar el paradigma, la estrategia y las tácticas de su resistencia a las condiciones actuales de Sri Lanka. La población de los últimos meses muestra claramente que el pueblo está preparado para un nuevo comienzo.
En América del Sur, los pueblos y las culturas resisten con determinación y paciencia las consecuencias inmediatas del imperialismo estadounidense y el modo de vida de la modernidad capitalista que se les impone desde hace décadas. En Bolivia, Venezuela, Chile, Brasil y Colombia, son amplias alianzas, especialmente de estudiantes, pueblos indígenas y mujeres, las que resisten al fascismo, la destrucción ecológica y la explotación colonialista. La fuerza de esta resistencia social se refleja, entre otras cosas, en los recientes resultados electorales en Bolivia, Chile y Colombia, mientras que se puede esperar algo similar para las próximas elecciones en Brasil.
Esto es tanto un éxito como un peligro. Porque las fuerzas de la modernidad capitalista, junto con las burocracias estatales sudamericanas que han colaborado con ellas durante décadas, tienen una gran experiencia en la incorporación parlamentaria de la resistencia social. Los presidentes de México o Chile, que se califican de “socialdemócratas” o “de izquierda”, muestran claramente qué grandes compromisos se arrancan a los movimientos de resistencia social en cuanto llevan a sus representantes a los cargos estatales.
Chile, en particular, ha sido utilizado como laboratorio político por la modernidad capitalista desde la década de 1970. Tras el golpe de estado de la OTAN que llevó a Pinochet al poder en 1973, se instaló en el país el modelo neoliberal de forma integral prácticamente por primera vez, modelo que abarcaría todo el mundo a partir de los años 80. Así, las fuerzas de la modernidad capitalista encontraron una respuesta global a su crisis ideológico-cultural que había estallado a finales de los años 60. En consecuencia, hoy las fuerzas democrático-revolucionarias de América del Sur tendrán que defenderse muy atentamente para no ser desviadas de sus estrechos vínculos con la sociedad y de sus consecuentes reivindicaciones de democracia, libertad e igualdad por medio de elecciones, referendos constitucionales y otras ofertas de pacificación del Estado. Si lo consiguen, la amplitud de sus alianzas, el arraigo cultural de su lucha y su experiencia organizativa de lucha les dará la mejor oportunidad de liberarse del yugo de la modernidad capitalista.
Enfrentadas a las profundas consecuencias sociales de la pandemia de Corona y al regreso de una grave guerra en suelo europeo, las fuerzas democráticas de la sociedad europea se enfrentan hoy a grandes desafíos. Si a esto añadimos la destrucción ecológica en curso y los ataques sistemáticos a las mujeres, podemos ver fácilmente con qué fuerza la sociedad de la península ibérica (y las islas) se ve también afectada por la crisis de la modernidad capitalista. Los acontecimientos que se han producido desde el inicio de la guerra de Ucrania dejan claro que las fuerzas democráticas de este país se enfrentan al reto particular de defender su sociedad contra los ataques ideológicos en forma de nacionalismo y militarismo. Si esto fracasa, las importantes luchas sociales contra la destrucción ecológica, por la igualdad de derechos de las mujeres o contra la precarización neoliberal del trabajo se verán cada vez más marginadas en el futuro con argumentos nacionalistas y una retórica de crisis o de guerra.
Las fuerzas democráticas en el Estado Español tienen – lo quieran o no – la responsabilidad de fortalecer los vínculos entre los pueblos de la región con una iniciativa segura de sí misma por una Europa verdaderamente democrática, culturalmente diversa, pacífica, ecológica y económicamente justa que conviva con sus vecinos (sur y norte) en pie de igualdad. Por tanto, las luchas y resistencias locales, como la lucha por la vivienda, iniciativas por el clima y la defensa del territorio, las huelgas o las acciones de carácter reactivo de las diferentes organizaciones, solo podrán aportar una contribución eficaz a largo plazo a la democracia, igualdad y la libertad en el territorio de la península y Europa si se integran en una amplia alianza social de las fuerzas democráticas. Aferrarse a la provisionalidad, la fragmentación y el vacío paradigmático de las últimas décadas solo invitaría a las fuerzas estatales de tinte liberal o fascista a instrumentalizar el creciente descontento social para sus intereses centrados en el poder y sus peligrosos planes.
Aun siendo un territorio de gran riqueza de luchas y movimientos sociales, la sociedad del territorio del Estado Español no ha sido capaz de superar y enfrentar la crisis en la que está imbuida la modernidad capitalista. En consecuencia, la juventud, las mujeres, las culturas y la población trabajadora de la península buscan actualmente fuerzas que les proporcionen respuestas satisfactorias a sus miedos, esperanzas y sueños. Hacer justicia a esto puede parecer una tarea descomunal con el telón de fondo del estado actual de las fuerzas democráticas del país. Por ello, es aún más importante que personas de sus filas se pongan inmediatamente a cumplir con esta responsabilidad para su sociedad, Europa y la humanidad.
(2) Ukraine thanks the support of Britain on the war with Russia.
(3) Boris Johnson says the war is ‘Ukraine’s finest hour.’
(4) Global Britain in a Competitive Age (ibid.)
(5) Of Perpetrators, Victims and Collaborators (II)
(6) Parteienverbot ist Absage an Demokratie
(7) Putin’s 2007 Munich speech