Abdullah Öcalan sobre la disolución de los Estados-nación en Oriente Medio

Con la caída del régimen de Assad el 8 de diciembre de 2024, el proceso de reestructuración en Oriente Medio se ha acelerado. Los actuales acontecimientos y desarrollos en Siria no pueden entenderse aislados de la dinámica de la región en su conjunto, sino que forman parte de lo que el líder kurdo Abdullah Öcalan denominó la «Tercera Guerra Mundial»: «Cuando desmontemos el paradigma orientalista, veremos que el fin de la «guerra fría» significa el salto de la guerra caliente al escenario superior para Oriente Medio. El hecho de que la Guerra del Golfo de 1991 ocurriera un año después del final de la guerra fría confirma esta opinión.»1

Para Öcalan, la crisis global de la civilización se hace hoy más evidente en las condiciones imperantes en Oriente Medio. Expresó ampliamente su opinión sobre la situación actual en Oriente Medio y su probable evolución, así como sobre la cuestión kurda en medio de este caos, en sus alegaciones manuscritas al Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), que posteriormente se publicaron en cinco volúmenes con el título «Manifiesto por una civilización democrática».

En el cuarto volumen de su «Manifiesto por una civilización democrática», Öcalan se dedica a un análisis detallado de Oriente Medio y subraya la desesperanza del Estado-nación como modelo de solución: «Nunca se insistirá lo suficiente en la imposición del Estado-nación que destroza la cultura de Oriente Medio como si fueran monedas con un cuchillo. Porque el trauma más incurable se abrió con este cuchillo. (…) La herida sigue sangrando constantemente. El conflicto diario entre hindúes y musulmanes en la India, los disturbios en Cachemira, en la región Uigur de China, Afganistán y Pakistán, la sangrienta lucha ciega de los chechenos y otros en Rusia, las luchas en Israel-Palestina, Líbano y todos los países árabes, entre kurdos, turcos y árabes, ¿Se puede negar que estos conflictos y guerras, como los conflictos entre árabes y persas, las guerras sectarias de Irán, las luchas étnicas en los Balcanes y la eliminación de armenios, griegos y asirios en Anatolia, son producto del hegemonismo capitalista?»2

La validez de las tesis de Öcalan sobre la región se están viendo confirmadas por los últimos acontecimientos en Siria y el Kurdistán. En este contexto, la Academia de la Modernidad Democrática (AMD) publica una parte del quinto volumen del Manifiesto de la Civilización Democrática, que se publicó en turco en 2007 y estará disponible en otros idiomas en el futuro. En este último volumen, Öcalan sitúa las cuestiones kurdas en el contexto histórico de Oriente Medio y analiza la crisis de Oriente Medio y la perspectiva de solución de la modernidad democrática.

A continuación, el extracto del quinto volumen del «Manifiesto por una civilización democrática» de Öcalan:

La disolución del Estado-nación en Irak, Afganistán y Pakistán y el fracaso estructural de la modernidad capitalista

El atentado del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York, con una alta probabilidad de conspiración, fue en realidad un intento del sistema capitalista de iniciar la «Tercera Guerra Mundial». El islam radical, que ya había sido declarado como el nuevo enemigo por la OTAN y, por tanto, por el sistema hegemónico mundial tras la disolución de la Rusia soviética en la década de 1990, estaba siendo utilizado en realidad como una máscara ideológica. En esencia, se trataba de asegurar el pleno establecimiento de la hegemonía capitalista que quedó inconclusa en los países de cultura musulmana de Oriente Medio tras la Primera Guerra Mundial. En particular, se trataba de integrar adecuadamente en el sistema a los llamados estados rebeldes y bandidos, como Irán, Irak, Siria, Libia, etc., y, en general, de reforzar la hegemonía mundial de EUA. La «Tercera Guerra Mundial» librada bajo la hegemonía estadounidense debía llenar el vacío hegemónico creado por el colapso del sistema soviético. Además, había que prevenir el ascenso de China, un posible nuevo competidor. El objetivo del primer movimiento hacia Afganistán era actuar con urgencia y tomar la iniciativa para impedir que Rusia y China llenaran el vacío hegemónico en Asia Central. Al Qaeda y los talibanes eran los frentes para este fin. Si se hubiera deseado, se les podría haber eliminado en veinticuatro horas. Pero para legitimar la guerra, su existencia debía ocupar la agenda continuamente. De acuerdo con los preparativos realizados, el primer movimiento de la guerra fue un éxito. El movimiento iraquí logró su objetivo con la misma rapidez que la superioridad tecnológica. El objetivo era derrocar al régimen de Sadam Huseín. Este objetivo se cumplió, pero la verdadera dificultad surgió en la esfera política. Tras el derrocamiento de un régimen rebelde como el iraquí (también se le puede llamar el gobierno rebelde del sistema), todos los males acumulados a lo largo de la historia de las civilizaciones comenzaron a derramarse uno a uno como si se hubiera abierto la Caja de Pandora.

Irak no era un país cualquiera. Fue la región donde se estableció por primera vez el sistema de civilización central, y fue su cuna durante miles de años. Era la región donde se concentraban todas las etnias, religiones y sectas. Políticamente, requería o bien un estricto régimen despótico o bien el sistema democrático más radical. Los regímenes políticos liberales occidentales no tenían ninguna posibilidad de implantarse. Tampoco era un campo que pudiera ser analizado por la sociología occidental. En resumen, no era una cultura que pudiera superarse fácilmente con los paradigmas ideológicos y políticos occidentales. La situación que surgió fue similar a la que afrontó Gran Bretaña tras la Primera Guerra Mundial. La victoria militar no podía desempeñar el mismo papel en el terreno político. Por el contrario, con el derrocamiento de los regímenes despóticos tradicionales, los verdaderos problemas sociales quedaron al descubierto y dejaron de ser los problemas que la modernidad capitalista podía afrontar. El mismo ciclo se venía repitiendo desde los sumerios. Cada paso que se daba para encontrar una solución no hacía sino agravar los problemas. Sobre todo, las culturas de la región iraquí revelaron hasta qué punto las prácticas del Estado-nación eran una fuente de insolvencia y de magnificación de los problemas. La modernidad occidental no tenía otra herramienta que el Estado-nación. Lo que seguiría tras su colapso sería una típica situación de caos y anarquía.

La situación en Afganistán no era diferente de la de Irak. Tampoco allí había un sustituto preparado para el Estado-nación. De hecho, la situación que surgió tras la ruptura del cascarón del Estado-nación en toda la región fue similar. El barniz del Estado-nación solo había permitido percibir la modernidad en la superficie. Cuando se raspó este barniz, la realidad que emergió fueron los problemas culturales acumulados durante miles de años. Los regímenes despóticos tradicionales solo habían suprimido culturas mediante la opresión. No les fue posible destruir estas culturas. El barniz de la modernidad era demasiado superficial. Al menor movimiento, se derramaría y emergería la imagen real. Mientras que la hegemonía de los EUA se fue a Damieta a por arroz, perdió el bulgur en casa3. Éste era exactamente el callejón sin salida de los hegemones de la modernidad. Para el estatismo-nación de Oriente Medio, el proceso de Irak con la ejecución de Sadam Huseín fue similar al fin de los regímenes monárquicos con la ejecución de Luis XVI en la Revolución francesa. Al igual que con la ejecución de Luis XVI los regímenes monárquicos nunca se recuperarían y entrarían en la era de la extinción, con la ejecución de Sadam Huseín los regímenes fascistas de los Estados-nación nunca se recuperarían y entrarían en la era de la extinción.

A pesar de los mejores esfuerzos del sistema hegemónico, la restauración del Estado-nación en Irak y Afganistán no está funcionando, al igual que no funcionó la restauración de los regímenes monárquicos en Europa en el periodo 1815-1830; no son solo Irak y Afganistán los que están experimentando la desintegración del Estado-nación. Desde el Estado-nación de Kirguizistán en la frontera con China hasta Marruecos en la costa atlántica, desde los Estados-nación de Yemen y Sudán hasta los Estados-nación de Bosnia-Herzegovina y el Cáucaso Sur (el Norte es similar), todos los Estados-nación están experimentando crisis similares. Pakistán ya no es diferente de Afganistán. Líbano, Yemen y Sudán están en constante ebullición. Egipto se enfrenta al colapso del régimen al menor ablandamiento democrático. Argelia aún no ha salido completamente de la guerra civil. Turquía, autoproclamada isla de estabilidad, solo se mantiene a flote gracias a las operaciones especiales de Gladio4. No hay un solo país de Oriente Medio sin problemas. EUA y sus aliados están lejos de resolver las crisis, aunque estén concentrando todas sus tropas. Además, los problemas no pueden resolverse militarmente. Lo que califican como terrorismo islámico son espías de su propia creación. No hay fuerza militar para luchar contra ellos. Tal vez esté Irán. Incluso si Irán es atacado, surgirán más y más fuerzas conflictivas.

Todos los indicadores relativos a la crisis de Oriente Medio muestran que es poco probable que los Estados-nación encuentren una solución a través de la restauración. De hecho, lo que la hegemonía estadounidense quería hacer después de la década de 1990 era una restauración del Estado-nación similar a la restauración de los regímenes monárquicos de 1815-1830. Sin embargo, al igual que fracasó la restauración de los regímenes monárquicos, también fracasa la restauración de los Estados-nación, especialmente en Oriente Medio. Además, la reciente y profunda crisis de los países de la UE, que es la cuna del Estado-nación, es también una crisis del Estado-nación. Si la UE quiere superar la crisis, tiene que emprender transformaciones radicales en el Estado-nación. Mientras los Estados-nación mantengan su actual estado de soberanía, la crisis se agravará. Sin embargo, desde hace sesenta años, la Unión Europea intenta desarrollarse limitando la soberanía del Estado-nación. Dado que ni siquiera estos esfuerzos son suficientes, la globalización de la crisis del Estado-nación es claramente evidente. La cuestión no es ya si los Estados-nación, y por tanto la modernidad capitalista, atraviesan o no una crisis estructural; se trata de lo que sucederá después de la crisis. ¿Con qué y cómo se superará la crisis y el caos? Si comparamos la situación con las secuelas del colapso de Roma o del Imperio otomano, será necesario debatir y encontrar soluciones sobre qué tipo de regímenes, formaciones políticas y formas comunes de vida social se desarrollarán en lugar de los Estados-nación.

Queríamos desarrollar debates sobre la modernidad democrática para evaluar la crisis del Estado-nación y sus consecuencias. Muchos acontecimientos en Oriente Medio, que desde hace tiempo han superado la dimensión de tragedia y han supuesto grandes catástrofes, ya no se limitan a los pueblos afectados (armenios, asirios, helenos, judíos, palestinos, kurdos, turcos, árabes, afganos, etc.), sino que han engullido toda la vida social de la región. La modernidad capitalista y los regímenes de Estado-nación, causantes de estas grandes tragedias y catástrofes, ya no pueden volver a ofrecer este sistema y sus regímenes como solución. Por eso es de gran importancia intensificar los debates sobre la modernidad y evaluar las posibilidades de la modernidad democrática como salida de la crisis y como solución.

El equilibrio de Estados-nación en Oriente Medio y la cuestión kurda

Al igual que los actuales problemas fundamentales de Oriente Medio tienen sus raíces en la construcción de los Estados-nación, la Cuestión Kurda también hunde sus raíces en esta construcción. El mapa político de Oriente Medio, trazado en la Primera Guerra Mundial, se diseñó para crear problemas que durarían al menos un siglo. Lo que el Tratado de Versalles fue para Europa, el Acuerdo de Sykes-Picot lo fue para Oriente Medio. El Tratado de Versalles, conocido en Europa como «la paz que acabó con la paz», condujo a la Segunda Guerra Mundial. El Acuerdo de Sykes-Picot desempeñó el mismo papel. En vez de lograr la paz otomana, arrastró a Oriente Medio a una profunda crisis y a un callejón sin salida. Todos los Estados-nación que surgieron al final de la guerra eran organizaciones en guerra interna contra su propio pueblo y en guerra externa entre ellos. La liquidación de la sociedad tradicional significó la guerra contra los pueblos. Los mapas dibujados con regla eran un llamamiento a las guerras entre estados artificiales.

Solo la fundación de Israel en su forma actual ha superado cien años de guerra. Es impredecible cuántas guerras más puede provocar. El pequeño Líbano está constantemente en guerra. Siria está bajo ley marcial permanente y en guerra con Israel. El Estado iraquí ya se caracterizó por la guerra interna y externa durante toda su existencia. La posición de Irán no es diferente. La lógica que subyace a la construcción de todos los Estados-nación de Oriente Medio no se basa en resolver los problemas sociales existentes, sino en multiplicar estos problemas y en mantener estos Estados-nación como regímenes permanentes de guerra interna y externa. La razón principal es la construcción de Israel como núcleo de poderes hegemónicos. A menos que entendamos a Israel como núcleo hegemónico, no podremos comprender cómo se construye y establece el equilibrio o desequilibrio entre los Estados-nación de Oriente Medio. La Cuestión Kurda y la desintegración del Kurdistán son la prueba más clara de esta determinación.

El Acuerdo de Sykes-Picot (reparto de Oriente Medio entre Gran Bretaña y Francia) es la base del Tratado de Sèvres. El Tratado de Sèvres dispuso el desmembramiento de Anatolia y de la Alta Mesopotamia. La Guerra Nacional de Independencia no abolió completamente el Tratado de Sèvres, como se pretendía, sino que la neutralizó parcialmente. El tratado se aplicó en gran medida. Se aceptó una República mínima como una exigencia de Sèvres. Una vez más, la cesión de Mosul-Kirkuk a los británicos fue un resultado de Sèvres. Se trata, por tanto, de la segunda fragmentación más importante del Kurdistán en la época moderna (la primera fragmentación se remonta al principio de la época moderna, al Tratado de Qasreshirin de 1639). Es la causa principal de la Cuestión Kurda. Los dos Estados-nación mínimos establecidos en Irak y Anatolia son dos actos de guerra que desmembraron los cuerpos del Kurdistán y de los kurdos. A menos que entendamos el Estado-nación de esta manera, no podremos comprender ni la partición del Kurdistán ni el hecho de que la Cuestión Kurda haya durado tanto tiempo y quede sin resolver. Desde 1920, es decir, desde que se pusieron los cimientos, el régimen que el Estado iraquí ha aplicado solo a los kurdos ha sido una guerra de noventa años. Los acontecimientos de hoy explican muy bien que este Estado es también un régimen de guerra contra su propia sociedad. Incluso solo desde el punto de vista de los kurdos, es una realidad que todo el mundo admite ahora que el Estado-nación «Turco Blanco» ha estado aplicando un régimen de guerra especial durante ochenta y cinco años que ha conducido a genocidios. Las luchas dentro del régimen no han faltado desde el principio hasta el presente. Los problemas infligidos a los kurdos no son problemas espontáneos; se planifican y perpetúan como la parte más importante de la gestión de Oriente Medio, que consiste en ahogarlo en problemas.

Es necesario analizar muy bien las razones por las que las potencias hegemónicas de la modernidad capitalista han oprimido a los kurdos durante casi doscientos años, primero contra Irán y el Imperio otomano, y después de la Primera Guerra Mundial contra los Estados-nación de Turquía, Irán, Irak y Siria. No hay un solo propósito en esto, sino muchos. El primer objetivo es profundizar las discrepancias entre los kurdos y los pueblos árabe, turco e iraní con los que han convivido a lo largo de la historia y con los que tienen un estatus más o menos legítimo, empujarlos a la agitación alterando el estatus existente y mantenerlos en un estado de guerra permanente entre sí. El segundo objetivo es ganar grandes territorios para los Estados-nación armenio, asirio y judío que prevén con la liquidación de los kurdos. De este modo, no solo conseguirán tres Estados-nación que desempeñarán el papel de amortiguadores e intermediarios que seguirán dependiendo absolutamente de ellos, sino que también lograrán que todos ellos, y en cierto sentido el núcleo de Oriente Medio, sigan dependiendo de ellos al mantener a los kurdos en constantes conflictos y problemas con sus vecinos musulmanes, cristianos y judíos. Por supuesto, las potencias hegemónicas de la modernidad capitalista no se abstendrán de presentarse de vez en cuando como ángeles salvadores de este Kurdistán fragmentado y de los kurdos acosados por problemas que llegan hasta los genocidios. Si observamos la evolución de los acontecimientos hasta hoy, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que lo que se planeó con estos tratados de «paz que acaba con la paz» se ha llevado a la práctica en gran medida.

Podemos señalar los acontecimientos en el Kurdistán iraquí como prueba que sustenta estos puntos de vista. Todos los líderes kurdos que inicialmente intentaron liderar a los kurdos del actual Kurdistán iraquí fueron aplastados primero por los otomanos y luego por las autoridades iraquíes. La propia Gran Bretaña recurrió a la fuerza para ello. Al mantener a los árabes y a los kurdos en un estado permanente de conflicto, ató a ambos a sí misma. Mientras tanto, con la promesa de una patria independiente, los asirios fueron enviados a los principados kurdos, a Bedirxan Bey5. Bedirxan Bey fue aplastado por parte de los otomanos, y todos quedaron atados a ellos. Israel, establecido tras la Segunda Guerra Mundial como núcleo hegemónico, intervino. Israel, que se basó en los judíos kurdos iraquíes que estaban en la zona mucho antes de su establecimiento, quería diseñar y establecer un proto-Estado-nación israelí similar basado en los kurdos (principalmente el KDP) como una segunda formación estratégica, al igual que se había basado en un Estado-nación «Turco Blanco» (la dictadura del CHP) construido sobre la base de los judíos turcos sabateanos llamados «Dönme» junto con los burócratas turcos en Anatolia mucho antes de su establecimiento. Por supuesto, no podemos atribuir el desarrollo de la formación política kurda únicamente a cálculos hegemónicos externos. Lo que queremos señalar es que el equilibrio de los Estados-nación en Oriente Medio está diseñado e implementado por las potencias hegemónicas de la modernidad capitalista. La voluntad determinante no es, como se ha afirmado, la de las fuerzas de la élite interna. El liderazgo de la burguesía nacional es una completa falacia. El hecho de que algunos elementos burgueses radicales o pequeñoburgueses desempeñen un papel de liderazgo no significa que sean la fuerza determinante del sistema. Por ejemplo, el surgimiento de líderes como M. Kemal, Cemal Abdülnasır y Sadam Huseín no prueba que fueran los líderes que determinaron el sistema de Estado-nación. Después de todo, el sistema es hábil para invertir los roles de estas personalidades en la construcción del Estado-nación. Y los ha invertido. Incluso el papel de líderes socialistas como Lenin y Stalin, que querían construir el sistema de Estado-nación ruso basado en el socialismo, se ha invertido setenta años después. Lo mismo puede decirse de la China de Mao. Lo que queremos subrayar aquí es que mientras no se supere el paradigma de la modernidad capitalista en todas sus dimensiones, éste y sus fuerzas hegemónicas serán la principal fuerza determinante.

El establecimiento del núcleo del Estado-nación kurdo, aunque tardío, solo puede entenderse correctamente en el contexto de la modernidad capitalista. El Kurdistán y el núcleo del Estado-nación kurdo desempeñan un papel muy importante en los cálculos hegemónicos de Israel en la región. Al igual que el Estado-nación turco de Anatolia desempeñó un papel protagónico (proto-israelí) en el surgimiento de Israel, el Estado-nación kurdo desempeña un papel muy importante en los cálculos hegemónicos de Israel respecto a Irán, Irak, Siria y Turquía. El hecho de que las potencias que fundaron Israel apoyaran la construcción del KDP ya en 1945 y que le presten apoyo de facto a través de Turquía desde los años sesenta está vinculado a sus cálculos estratégicos y hegemónicos en la región. La formación del Estado Federado Kurdo por parte de los kurdos, vinculados con Gladio desde la década de 1990, sobre la base de la liquidación del PKK, no puede considerarse al margen de estos cálculos estratégicos hegemónicos. El hecho de que vinieran contra el PKK en un movimiento unido explica muy bien este hecho. Uno de los objetivos más importantes de la Segunda Guerra del Golfo en la década de 2000 fue el establecimiento permanente del núcleo del Estado-nación kurdo en Irak. Quienes tomaron y aplicaron esta decisión son las mismas fuerzas que en el siglo pasado desmembraron el Kurdistán y mantuvieron a los kurdos al borde de la masacre. Se hace lo que requieran los cálculos del sistema. Hoy en día, el núcleo del Estado-nación kurdo es tan necesario para el sistema capitalista como Israel. Oriente Medio tiene un papel estratégico indispensable en el equilibrio de poderes y Estados-nación. Por las necesidades de seguridad y de petróleo del sistema en general, y por la seguridad y la hegemonía de Israel en particular, no se puede renunciar al núcleo del Estado-nación kurdo, y se hará lo que sea necesario para fortalecerlo. Así, se añade al sistema otro eslabón importantísimo diseñado en los años veinte. El Estado-nación Kurdo Blanco es tan importante para la culminación del sistema como lo fue el Estado-nación «Turco Blanco» para su comienzo.

Para evitar cualquier malentendido a este respecto, debemos hacer hincapié en los siguientes puntos. El mero hecho de que los Estados-nación se construyan según la lógica del sistema no debe llevar a la conclusión de que carezcan de importancia para los pueblos o de que sean enemigos absolutos. Al contrario, es necesario ver los Estados-nación como instituciones muy importantes y regular sus relaciones y contradicciones con el programa de la sociedad democrática popular. Los programas de la sociedad democrática no pretenden destruir los Estados-nación y convertirse ellos mismos en Estados. Esperan que los Estados-nación respeten sus proyectos de sociedad democrática sobre la base de un compromiso constitucional. Exigen que se reconozcan como derecho constitucional fundamental los proyectos y prácticas de sociedad democrática como condición básica para la convivencia pacífica. Se basan en el reconocimiento mutuo de la existencia del otro y en hacer de ello una disposición constitucional.

Está claro que el Kurdistán y los kurdos han ocupado su lugar como una realidad activa y dinámica en el equilibrio tanto del Estado-nación como de la sociedad democrática en el Oriente Medio de la década de 2000. La alianza antikurda con Irán y Siria, liderada por la República de Turquía, tiene pocas posibilidades de éxito. Porque va en contra de los cálculos del sistema capitalista. El esfuerzo de la alianza en este sentido radica en el colaboracionismo de un sistema sin kurdos ni Kurdistán. Sin embargo, ya no es posible que Israel y EUA acepten este enfoque. Este colaboracionismo del imperialismo sin los kurdos ni el Kurdistán, que se aplicó entre 1920 y 2000, ya no es una política viable. Existe una gran posibilidad de que el Estado-nación kurdo, ya construido en alianza con Irak, sea pronto reconocido por Irán, Siria y Turquía. Sin embargo, la dificultad radica en que, a cambio de este reconocimiento, se impone la liquidación del PKK y de la KCK. Esta es también una demanda vacía. A partir de ahora, tanto la realidad de la sociedad democrática de la KCK como la realidad del Estado-nación de la alianza burguesa kurda intentarán determinar el destino del Kurdistán y de los kurdos sobre la base de un cierto compromiso jurídico. Por primera vez en la historia moderna de Oriente Medio, el poder de la sociedad democrática y el poder del Estado-nación juegan un papel conjunto. Las guerras en Irak, Afganistán, Israel-Palestina e incluso en Turquía, y los profundos callejones sin salida que han provocado, contienen importantes lecciones para los kurdos. Para no repetir el sangriento pasado de las políticas de Estado-nación con fronteras rígidas, tomarán como base un sistema dual, es decir, un sistema basado en la reconciliación de la KCK basado en la modernidad democrática y el Estado-nación kurdo iraquí basado en la modernidad capitalista. De este modo, se habrán aprendido las lecciones del estatismo-nación del socialismo real. Los kurdos y el Kurdistán no serán ni un segundo Israel ni como otros Estados-nación. Serán las fuerzas protagónicas y el espacio de una nueva síntesis de la modernidad que supere los problemas fundamentales que todos ellos enfrentan.

Notas al pie:

1Abdullah Öcalan, Manifiesto por una Civilización Democrática (volumen IV)

2Idem

3La expresión «perder la casa mientras se va por el arroz Dimyat’a» se utiliza en el sentido de perder lo que se tiene en la mano como resultado de un esfuerzo ambicioso.

4La Operación Gladio era el código de las operaciones clandestinas de resistencia armada «stay-behind» organizadas por la Organización del Tratado de Bruselas (BTO) y, posteriormente, por la OTAN y la CIA, en colaboración con varias agencias de inteligencia europeas durante la Guerra Fría.

5Bedirxan Bey (1803-1869) fue el último mir kurdo del emirato de Botán.